Pantalones rotos

–  Julia Navarro

Uno de los motivos de discusión recurrente con mi hijo es a cuenta de los pantalones rotos.  Me explico:  él lleva años insistiendo en que le compre jeans con agujeros en las rodillas, iguales a los que llevan sus amigos, y yo me niego en redondo.  Hace unos días hemos tenido el último encontronazo por los agujeros.  Pagar por unos jeans rotos me parece una estupidez, pero también una frivolidad.

Pero hay algo más, y es la burla que supone ver a jóvenes -y a no tan jóvenes- que no tienen ningún problema en lucir atuendos como esos jeans.  Sí, burla.  Burla hacia quienes llevan rotos en los pantalones porque no tienen más remedio que vivir en una situación de insoportable miseria, porque esos agujeros son para ellos la evidencia de cuanto carecen.  De manera que convertir en moda llevar unos jeans de marca pero destrozados me ha parecido siempre eso, una burla cruel.

Vivimos en una sociedad tan banal que cualquier cosa puede ponerse de moda. Hace poco leí en un reportaje que una conocida marca de zapatillas deportivas había lanzado una línea de calzado roto. Otro despropósito. Otra burla. Evidentemente, a la gente que luce ropa destrozada seguramente no se le pasa por la cabeza reflexionar sobre esos millones de personas que, a lo largo y ancho del mundo, carecen de casi todo y para los que unos pantalones o unas zapatillas sin agujeros serían un auténtico lujo.

Lo peor es que son las grandes marcas las que suelen vender ese tipo de ropa, y son las modelos, las celebrities, los futbolistas y la cursilería en general quienes lucen esos agujeros despreocupadamente como signo de ir a la última, de ser más cool que nadie, de estar en el secreto de la modernidad.  Y ya se sabe que los líderes sociales son el espejo en el que se mira mucha gente que termina imitándolos.  Los gurús de la moda no siempre aciertan, y acaban creando tendencias que son seguidas por mucha gente de manera un tanto borreguil.

Con los jeans rotos me pasa lo mismo que con los tacones de 20 centímetros (8 pulgadas), con el despropósito de no llevar medias en invierno o con que a los hombres les digan que están guapísimos tras depilarse, igual que si fueran pollos a punto de entrar en el horno.  La moda siempre debería limitar con el sentido común, pero en el caso de esos pantalones rotos aquellos que los llevan deberían pensar qué sucedería si, en realidad, no los vistieran por moda sino simplemente por carecer de medios para ponerse unos nuevos.  Siento amargarles la fiesta… bueno, los agujeros.

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