Despedida

Todo pasa y todo llega… (1) y así Cuadernos de Pozos Dulces concluye su recorrido después de veinticinco años de publicación ininterrumpida.

Los principales protagonistas de esa aventura editorial han sido sin lugar a dudas los lectores que, con su constante apoyo y entusiasmo, han permitido que se recorra ese cuarto de siglo.

Existen dos etapas claramente diferenciadas.  La edición impresa (1994-2012) en la que se publicaron 32 números con un total de 231 artículos de 102 autores diferentes;  y la edición digital, iniciada en junio de 2012, que abarca 178 artículos de 112 autores diferentes, con un número registrado hasta la fecha de 35,548 visitas de lectores de diferentes países en nuestra web http://www.pozosdulces.wordpress.com 

Los lectores de la edición digital también han enviado, y se han publicado, un total de 368 comentarios sobre los artículos.

La cifra global (ediciones impresa y digital) de Cuadernos de Pozos Dulces sorprende a muchos:  409 artículos de 214 autores diferentes.

Como simple anécdota, hay que señalar que esas estadísticas han situado a Cuadernos de Pozos Dulces como la publicación lasallista más destacada en su género en la región de las Antillas durante los últimos veinticinco años.

Una despedida no significa el olvido.  Cuadernos permanecerá en Internet en este mismo blog http://www.pozosdulces.wordpress.com por tiempo ilimitado.  Los lectores podrán así volver a leer en cualquier momento, si lo desean, los artículos publicados.

Gracias a todos.

Alberto Sala Mestres, Editor.

(1)  Antonio Machado (1897-1939), Proverbios y Cantares (Campos de Castilla, ed. 1912).

Academia de Ciencias Económicas y Sociales Conde de Pozos Dulces (1955-2019)

La Academia de Ciencias Económicas y Sociales Conde de Pozos Dulces se fundó en el año 1955 en la habanera Academia De La Salle. Formaron parte de ella determinados alumnos de los últimos cursos de enseñanza secundaria, elegidos por el claustro de profesores en razón de su rendimiento académico y la participación activa en la vida escolar.

El 1 de mayo de 1961, la decisión de las autoridades estatales cubanas de suprimir toda clase de educación privada o religiosa, supuso el cierre de las instituciones docentes de los Hermanos De La Salle en Cuba, que en ese momento contaban con más de seis mil alumnos matriculados en la enseñanza primaria y secundaria en nueve Colegios, así como en la Universidad De La Salle (La Habana, 1957).

En 1994 algunos académicos, con  el apoyo del Dr. Normán González Ferreira y el Dr. José María Granda, plantearon la posibilidad de reagrupar a aquellos jóvenes que en las aulas lasallistas habían formado parte, en el período 1955-1961, de la Academia de Ciencias Económicas y Sociales Conde de Pozos Dulces, y se comenzó a editar la publicación Cuadernos de Pozos Dulces.  La entusiasta acogida de Cuadernos por sus lectores fue decisiva para la continuidad de la institución académica, y en el período 1994-2012 se publicaron 32 números con un total de 231 artículos de 102 autores diferentes.

En junio de 2012 se inició la edición digital de Cuadernos de Pozos Dulces en Internet en el blog http://www.pozosdulces.wordpress.com que concluyó en diciembre de 2019, con 178 artículos de 112 autores diferentes y 35,278 visitas / lectores.  Las personas interesadas pueden seguir viendo este blog en Internet donde figuran todos los artículos que se han publicado.  En las redes sociales su número de «amigos» en Facebook, en la fecha del cierre, llegó a alcanzar los 5,000.  Cuadernos de Pozos Dulces ha sido considerada como la publicación lasallista más destacada en su género en la región de las Antillas en los últimos veinticinco años.

Volviendo a los inicios, una vez restablecida la comunicación entre los académicos, se realizó en la ciudad de Miami un primer Encuentro Internacional en el año 1996, ocasión en la que en un solemne y sencillo acto se les impuso nuevamente a los académicos la medalla acreditativa de su condición. La medalla original realizada en 1955 en los talleres del diseñador Ignacio Herrera en La Habana, mide 1.5 pulgadas (3,8 centímetros de diámetro), y la corona el nombre De La Salle. La leyenda Labor improbus omnia vincit (El trabajo tenaz todo lo alcanza) figura en el anverso, y el reverso es una superficie lisa que carece de inscripción o dibujo. Realizada en bronce con un fino baño de oro de 18 quilates, se coloca sobre el pecho mediante una cinta de color azul. De una de las medallas originales se realizó en España un molde en caucho de fundición en los talleres del orfebre madrileño Julián Rey, quien ha confeccionado las medallas actuales.  En las sesiones académicas celebradas en 1998, 2002, 2006, 2008 y 2010 se amplió el número de académicos. 

La necesidad de disponer de una normativa que ordenara y rigiera las actividades de la Academia de Ciencias Económicas y Sociales Conde de Pozos Dulces en su nueva etapa, condujo al establecimiento de unas Bases, aprobadas el 15 de marzo de 1998, que fueron actualizadas el 15 de mayo de 2007 y el 25 de julio de 2011 respectivamente.  En las Bases se menciona la inspiración lasallista que caracteriza a la Academia, reafirmándose la primacía de la fe, la esperanza y la caridad cristianas. Las Bases establecen la figura del Consejo Rector como órgano colegiado de decisión y gestión, en donde figura un académico elegido por cada promoción. En las citadas Bases se indica que el Consejo Rector lo preside una persona designada al efecto por la autoridad competente del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en el Distrito de las Antillas (actualmente Distrito Antillas México Sur).

El Visitador del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas adoptó, el 21 de julio de 1999, la decisión de aceptar a la Academia de Ciencias Económicas y Sociales Conde de Pozos Dulces como una comunidad cultural miembro de la familia lasallista, que nace y crece en torno al Distrito de las Antillas (actualmente Antillas México Sur). Esta distinción compromete a los académicos a servir con fidelidad a la familia De La Salle.

Entre las actividades desarrolladas han figurado el Encuentro Internacional 1998 convocado en Miami donde tuvo lugar la exposición y desarrollo del tema Cuba ante el próximo milenio en tres charlas coloquio diferenciadas; cuatro años después, el Encuentro Internacional 2002 desarrolló en la misma ciudad el tema El ser antillano; y en 2006 se abordó El legado histórico de la diáspora cubana en los Estados Unidos, con el apoyo de la Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami, concluyendo la programación en 2008 con una conferencia magistral del Arquitecto Nicolás Quintana con una síntesis de las Ideas y proyectos para la reconstrucción del patrimonio arquitectónico cubano. Posteriormente, en 2010 y 2012, se celebraron nuevas reuniones en la Casa Bacardí, Coral Gables, Fl.

Hay que señalar que, en julio de 2005, en el transcurso de los actos conmemorativos del centenario de la llegada de los Hermanos De La Salle a Cuba en 1905, el Hno. Álvaro Rodríguez Echeverría, Superior General del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, expresó su confianza en la labor que realiza la Academia de Ciencias Económicas y Sociales Conde de Pozos, que ha cumplido actualmente 64 años de existencia desde su fundación, siendo la única institución cultural fundada en las aulas De La Salle en Cuba que ha permanecido todo ese tiempo en activo. 

El Consejo Rector, en la última reunión celebrada el 31 de mayo de 2019, acordó de acuerdo con la normativa vigente, disolver la citada institución cultural y estableció que su publicación Cuadernos de Pozos Dulces concluyera la trayectoria editorial publicando su último artículo en diciembre de 2019.  A su vez, la página de Cuadernos en Facebook y la cuenta de Twitter @pozosdulces se cerrarán en enero de 2020.

En la fecha de disolución de la Academia de Ciencias Económicas y Sociales Conde de Pozos Dulces contaba con 71 académicos, de los cuales 52 residen en los Estados Unidos, 10 en Cuba, 5 en España, 2 en Puerto Rico, 1 en la República Dominicana y 1 en Suiza.

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Cuadernos de Pozos Dulces hace las maletas

El Consejo Rector de la Academia de Ciencias Económicas y Sociales Conde de  Pozos Dulces, en la última reunión celebrada el 31 de mayo de 2019, acordó de acuerdo con la normativa vigente disolver la institución cultural, y estableció que su publicación oficial Cuadernos de Pozos Dulces concluyera la trayectoria editorial publicando el último artículo en diciembre de 2019.

La página de Facebook Cuadernos Pozos Dulces y la cuenta de Twitter @pozosdulces se cerrarán en enero de 2020.

Siguiendo esas instrucciones, Cuadernos de Pozos Dulces ha comenzado a hacer las maletas.

Antes de la despedida, intentaremos seguir manteniendo en estas últimas semanas el interés de los lectores, a quienes le debemos nuestro agradecimiento por las continuas manifestaciones de apoyo que hemos recibido a lo largo de veinticinco años de publicación ininterrumpida.

Alberto Sala Mestres, Editor.

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La Habana cumple 500 años

  Javier Solano

El pasado 9 de abril, el Buque Escuela de la Armada Española Juan Sebastián El Cano entraba en la bahía de La Habana justo el mismo día, 90 años después, de su primera visita a esta ciudad en su primera vuelta al mundo.  Reeditando este viaje inaugural el ìmponente velero fabricado en 1927 había zarpado de «la tacita de plata» (Cádiz) para arribar a «la tacita lejana» (La Habana), uniendo estas dos ciudades que se desarrollaron paralelamente en ambas orillas del Atlántico como hermanas gemelas entre los siglos XVI y XVIII, y que conservan en la actualidad núcleos históricos que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

La Española (actualmente la comparten República Dominicana y Haití) fue la base de la colonización de América desde 1492.  Puerto Rico fue conquistada por Ponce de León en 1508.  La conquista de Jamaica, dirigida por Juan de Esquivel, empezó en 1509.  Y aún sin completar el control sobre Jamaica, se abordó la conquista de la isla de Cuba, misión que se encomendó al conquistador Diego Velázquez que, en el verano de 1511 con una flota de cuatro naves y 300 hombres, zarpó de Salvatierra de la Sabana, en el extremo occidental de La Española, rumbo a las costas orientales cubanas.

Entre sus hombres se encontraban Hernán Cortés, Pánfilo de Narváez, Pedro de Alvarado y Fray Bartolomé de las Casas.  La expedición desembarcó en un lugar que Velázquez llamó Puerto de las Palmas, situado entre los actuales Guantánamo y Maisí, y sin tiempo que perder se fundó el 15 de agosto de 1511 el primer asentamiento español en Cuba:  Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa.

La conquista de la isla no fue difícil.  En pocos meses quedaron fundadas las siete primeras ciudades de Cuba:  después de Baracoa, vinieron San Salvador de Bayamo, Santiago, Trinidad, Sancti Spiritus, Santa María del Puerto del Príncipe, y finalmente San Cristóbal de La Habana, que en su origen se ubicó en la costa sur de Cuba.  A mediados de 1514, la isla ya estaba completamente bajo control.  Esas siete ciudades fueron los primeros asentamientos permanentes de los conquistadores españoles en suelo cubano.  De ellas, solo Baracoa conserva su ubicación original, pues todas ellas fueron trasladadas por diversos motivos.

La inicial villa de San Cristóbal de La Habana sufrió al menos dos traslados desde su lugar de origen.  Aunque fue fundada en 1514 en la costa sur de la isla, finalmente quedó asentada en su ubicación actual (en la costa norte) el 16 de noviembre de 1519.  Esta última fecha es considerada como la de la fundación definitiva de la ciudad.  La Habana se convirtió con el tiempo en el punto clave del sistema de transporte comercial hacia la Metrópoli, y desde 1607 desplazó a Santiago como capital oficial de Cuba.

Desde su fundación hasta 1898, La Habana ha sido una ciudad española, salvo el período de ocupación inglesa durante la denominada Guerra de los Siete Años (1756-1763).  En agosto de 1762 fue tomada por los ingleses tras un asedio de 64 días, siendo la principal plaza conquistada por su Ejército en la América española durante esta guerra.  Con la firma de la paz en París, en febrero de 1763, Inglaterra la devolvió a España y cedió la Luisiana a cambio de Florida y la renovación de los tratados comerciales.

Cuando este año La Habana cumple medio milenio sigue siendo una ciudad impregnada de españolidad, a pesar de los avatares históricos.

Feliz aniversario.

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Somos lo que pensamos

–  Patricia Ramírez

Es indiscutible la relación estrecha y dependiente que existe entre nuestra psique, emociones, conductas y la salud física.  Se influyen y afectan de forma bidireccional.  Situaciones como el dolor crónico, la falta de trabajo, una ruptura sentimental, hacer cola en el banco o el mismo tráfico generan en nosotros pensamientos negativos, incluso catastróficos:  «Estoy harto, no puedo más», «Este dolor me limita y no puedo hacer nada, se me quitan hasta las ganas de vivir», y un largo etc.  La mente puede ser nuestra principal aliada, pero también nuestra mayor rival.

Las personas suelen culpar y maldecir al entorno, a lo que ocurre a su alrededor, porque lo identifican como el causante de su malestar y sufrimiento.  Pero ¿lo de fuera le genera malestar, o son sus interpretaciones sobre lo que ocurre a su alrededor lo que condiciona sus emociones?

Lo que pensamos influye en nuestros comportamientos y emociones.  Muchas personas dicen que tienen la cabeza como una lavadora:  ideas, miedos, discursos aterradores, pensamientos que no paran de dar vueltas en la mente.  Se sienten atrapados entre palabras, incapaces de pararlas o no prestarles atención.  Hay personas que odian relacionarse consigo mismas porque lo que «su mente les dice» les causa una angustia tremenda.

Ahí van dos buenas noticias:  La primera:  la persona es en gran parte responsable de lo que siente.   No es el entorno el que le genera ansiedad, sino la interpretación que hace del entorno.  Esto responsabiliza y también permite controlar y actuar sobre lo que se siente.  Muchos querrían desligarse del todo y seguir echando la culpa de su malestar a la sociedad y a lo mal que está todo.  Pero esta opción debilita y deja sin recursos.

La segunda buena noticia es que puede modificar su estilo cognitivo en el momento en que decida entrenar otra forma de pensar.  Cientos de miles de personas consiguen preparar y acabar un maratón a pesar de lo dura que es esta prueba.  Pero cuando hablamos de modificar lo relacionado con la psique, lo asociamos siempre a dificultad, a falta de fuerza de voluntad y a nuestra forma de ser, y cuestionamos la posibilidad de cambio.

Siga estos consejos para poner el pensamiento a raya.

Olvide la idea de convertirse en una persona superpositiva y superoptimista.  El mundo no es de color de rosa, pero tampoco un lugar negro y hostil.  Se trata de buscar la utilidad de lo que piensa.  Los pensamientos y las emociones son útiles cuando nos permiten resolver lo que nos preocupa e inútiles cuando no podemos hacer nada por aliviarnos.  Confíe y delegue, y permita que al hacerlo los demás actúen con autonomía.  El exceso de control genera ansiedad.  Cuando delegue aquello de lo que no puede responsabilizarse, imagine un interruptor en la mente y desconecte cada vez que aparezca de nuevo la preocupación.  Dejar de prestar atención a lo inútil no es irresponsable.  Todo lo contrario, permite que esté en el presente.

Escriba.  No se trata de desconfiar de la memoria, pero para facilitar el cambio de pensamiento necesita adquirir el hábito de escribir aquello que desea pensar.  Escribir es una conducta organizada y facilita el aprendizaje.  ¿Recuerda cómo aprendió a hacerlo sin faltas de ortografía?  A base de repetición.  El maestro le detectaba una falta y entonces repetía lo correcto en su cuaderno diez o doce veces.  No aprendió a escribir correctamente simplemente pensando en que tenía que hacerlo.  Necesitó un proceso.  El mismo que requiere ahora para modificar su estilo cognitivo.

Deje de rumiar.  Dar muchas vueltas a sus preocupaciones es el problema, no la solución.  Nuestro cerebro no se apacigua dándole vueltas a ideas no controlables.  En lugar de dar tantas vueltas, piense en soluciones.  Pensar siempre es sumar.

Acepte lo que no dependa de usted.  Los discursos internos relacionados con lo injusta que es la vida, y con lo que no se merece pero le ha tocado, solo le llevan a sentirse desgraciado.  Todos hemos vivido alguna vez el lado injusto de la vida, que tiene problemas pero también momentos maravillosos, y no hay que pensar más en lo que no funciona que en lo que va bien.  Acepte.  Aceptar no es resignarse.

Quite valor a lo que no lo tiene.  Si cada preocupación se convierte en una batalla personal, estará combatiendo día y noche.  Usted y su escala de valores son los que deben decidir si es importante o no.  Tendemos a ver todo de forma mucho más catastrófica.  Las noches son para dormir, no para resolver dilemas.

Anticipar lo que puede ocurrir de forma negativa no le protege.  Muchas veces anticipamos lo que no depende de nosotros.  Muchos de sus miedos versan sobre un futuro que no va a suceder.  Al final, no todo termina saliendo bien, pero sí es cierto que no es tan trágico como había pronosticado.  El miedo anticipatorio solo aumenta su nivel de ansiedad y preocupación.

Ríase de lo que piensa.  ¡Qué absurdas nos parecen algunas de las ideas que hemos tenido!  Pruebe a ver la parte cómica de ellas desde el presente.  Apreciar el lado humorístico le confiere control sobre sus preocupaciones y emociones.  El humor también requiere entrenamiento.  No lo descarte por no ser hábil ni ágil con él.  Vea películas cuyos protagonistas desarrollen ese sentido, hable con personas que se ríen de sí mismas, y comprobará que pronto se le contagia.

No tenga conversaciones absurdas con sus pensamientos.  No se enrede con ellos.  Sus pensamientos negativos son rabietas que buscan su atención, y como se siente angustiado se la presta.  Contémplelos como si no fuera con usted.  Lo que habla en su favor son sus actos, no lo que piensa.  Déjelos estar en su mente, como quien acepta un lunar en el brazo.  Si no los escucha, dejarán de darle la lata.

Recuerde… no se puede «no tener pensamientos» por mucho que le atormenten.  Lo que sí se puede es elegir otros.  La vida es elegir:  se puede elegir ser una víctima o cualquier otra cosa que una persona se proponga.

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España y la independencia de los Estados Unidos

  Javier Noriega

En los últimos años, la herencia cultural española en los Estados Unidos está cada vez más presente gracias al importante aumento de la comunidad hispana (59.9 millones / datos 2018 PRFT), el grupo étnico más importante del país. Pero es curioso:  la ciudadanía en general de ambos países desconoce importantes acontecimientos y hechos que España protagonizó relacionados con la exploración y el nacimiento de la nación de la libertad.

Señala el conocido historiador de Massachusetts, Charles F. Lummis (1859-1928), que «si no hubiera existido España hace cuatro siglos, no existirían hoy los Estados Unidos».  Compañero de promoción de Theodore Roosevelt, el autor señala también en su obra, escrita en 1893, The Spanish Pioneers (1) que «la razón por la que no hacemos justicia a los exploradores españoles es, sencillamente, porque hemos sido mal informados.  Su historia no tiene paralelo, y nuestros libros de texto no han reconocido esta verdad».

Las naciones siempre se forjan con esfuerzo, genialidad y determinación de muchos hombres y mujeres.  Pues bien, buena parte del ingenio de algunos brillantes españoles forjó el descubrimiento y nacimiento de los Estados Unidos.  El acento español discurría por tierras americanas cuando los exploradores Ponce de León, Hernando de Soto, Francisco Vázquez de Coronado y Lucas Vázquez de Ayllón, allá en el siglo XVI (para ser más exactos 250 años antes de que nacieran los Estados Unidos) dibujaban y descubrían por primera vez buena parte de la Norteamérica meridional, desde Florida a Oklahoma.  Es como si un tal George o un tal Andrew, hubiera descubierto y cartografiado por primera vez nuestras fronteras europeas, desde Cádiz a Berlín, bautizando Tennessee, Houston, Texas o Nueva York, a nuestra Córdoba, Valencia, Pamplona, y más allá París o Berlín.

«El destino de los intereses de las colonias nos importan mucho, y vamos a hacer por ellos todo lo que las circunstancias lo permitan» sentenciaba en 1777 el Conde de Floridablanca (que era el equivalente a Ministro de Exteriores del Rey Carlos III de España).  Con el término «colonias» se refería a los territorios de Inglaterra en Norteamérica, y con «destino» a su libertad.  Ello explica la decisiva actitud política, con la audaz diplomacia del aragonés Conde de Aranda, a la vez que la importante ayuda económica española del momento, en las que fueron pioneros el bilbaino Diego Gardoqui Arriquibar, con la compra de suministros y el pago de la nómina de las tropas (2) por parte del español Francisco de Saavedra en la decisiva batalla de Yorktown (1781).  Qué contar de otras victorias militares, como la toma de Pensacola realizada ese mismo año por el valiente malagueño Bernardo de Gálvez.  Todo ello fue decisivo para el triunfo de los patriotas americanos.

Toneladas de pólvora.  Decenas de cañones.  Fragatas de guerra.  Tejidos para los uniformes.  Una gran ayuda en diferentes materias, incluso el dinero destinado a las Catedrales con aquella misiva del Secretario de Estado de España pidiendo fondos, en forma de préstamo, a los cabildos catedralicios españoles.  Millones de reales de vellón (3) gracias a Toledo, Santiago de Compostela, Zaragoza y Málaga, entre otros.  De nuevo política, finanzas y heroísmo unidos por la causa norteamericana.   Por todo ello, y en reconocimiento, debió ser emocionante poder ver durante el desfile militar del 4 de julio de 1783 en Philadelphia al español Bernardo de Gálvez (4).  Montaba a caballo a la derecha del mismísimo George Washington.  Uno de esos momentos que la historia y el futuro tampoco deberían olvidar.

Y luego existen historias curiosas como la de Pedro Casanave, comerciante navarro que llegó a ser Alcalde de la ciudad de Georgetown, y que fue el encargado de colocar la primera piedra en la Casa Blanca.  La fecha elegida no fue al azar:  el 12 de octubre de 1792, coincidiendo con el centenario del descubrimiento de América.  Y ya que estamos en Washington, en el Capitolio figuran sendos retratos de españoles:  Hernando de Soto (1500-1542) y el citado Bernardo de Gálvez (1746-1786) cuyo nombre ostentan dos ciudades norteamericanas: Galvez (Louisiana) y Galveston [Galvez-town] (Texas).

Quizá sea interesante recordar estas historias.  El pasado siempre está vivo.  Aunque sea para recordar que el antepasado del actual Rey Felipe VI, Carlos III (1716-1788) desde Aranjuez apoyaba firmemente la lucha por el nacimiento de los Estados Unidos.  La historia común de España y los Estados Unidos es más sólida de lo que podamos imaginar, a pesar de los velos que luego tejieron los nuevos imperios interesados en borrar la crónica de España.  Recordemos al citado Charles F. Lummis:  «Si no hubiera existido España hace cuatro siglos, no existirían hoy los Estados Unidos».

(1)  Puede verse el texto en:  http://www.forgottenbooks.com

(2)  España aportó medio millón de pesos de plata recaudados en La Habana para cubrir los gastos de este episodio bélico.  Una parte significativa del importe fue obtenido gracias a la venta de joyas donadas por damas de la sociedad cubana.

(3)  El real de vellón español es una moneda de plata de 3,35 gramos (0.118 onzas) que empezó a circular en Castllla en el siglo XIV y fue la base del sistema monetario español hasta mediados del siglo XIX.

(4)  En 2014 el Congreso de los Estados Unidos concedió la ciudadanía honorífica norteamericana a título póstumo a Bernardo de Gálvez.  Esta distinción solo se ha concedido en ocho ocasiones en la historia de los Estados Unidos.  Una estatua ecuestre suya se encuentra ubicada, desde 1976,  frente al edificio del United States Department of State en Virginia Avenue, Washington D.C.

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El monumento a Cuba en el Parque de El Retiro (Madrid)

  Lourdes Morales Farfán

En el Parque de El Retiro (Madrid), al final del Paseo de Colombia, se encuentra en la Plaza del Salvador el Monumento-Fuente dedicado a Cuba (ver imagen supra).  La idea de erigir un monumento en homenaje a la República de Cuba surge como agradecimiento al Gobierno cubano presidido por Gerardo Machado (1869-1939) por la construcción, en 1929, del Monumento al Soldado Español ubicado en las Lomas de San Juan (Santiago de Cuba).  El proyecto fue acogido favorablemente por el Gobierno del General Miguel Primo de Rivera (1870-1930), y el 1 de agosto de 1929 el Ayuntamiento de Madrid autorizó su realización, colaborando generosamente a la financiación del proyecto.

La construcción del Monumento-Fuente progresó rápidamente, encontrándose casi finalizado en 1931 al inicio de la Segunda República Española (1931-1939).  La inauguración se fue retrasando de una fecha a otra hasta llegar al 27 de octubre de 1952, fecha en la que finalmente se procedió oficialmente al acto previsto, coincidiendo con el cuatrocientos sesenta aniversario del descubrimiento de Cuba por Cristóbal Colón.

El monumento presenta en el centro una estructura de tres cuerpos y planta de cruz, delimitada ésta en cada uno de sus frentes por un pilón semicircular de granito.  La cara principal o delantera de la fuente está orientada al Este, y la trasera al Oeste.

De estos cuatro pilones, vamos a resaltar los dos situados en los frentes delantero y trasero del monumento, ya que en ambos aparecen situados sobre sendos pedestales las figuras en bronce de una iguana y un galápago, realizadas por el escultor Mariano Benlliure (1862-1947).  El motivo para emplazar las figuras de estos dos animales se encuentra en el hecho de que ambos forman parte de la más antigua fauna de Cuba, en particular la iguana.  La presencia del galápago se explica además, en base a su conocida longevidad, como una intención de resaltar el largo tiempo transcurrido, más de cuatrocientos años entonces, de la llegada de los españoles a la Isla.

La estructura central y principal de la fuente, de forma rectangular, está realizada en piedra caliza y es de planta rectangular en la que los dos lados mayores corresponden a las caras frontal y trasera del monumento.  Se compone de tres cuerpos superpuestos con forma de paralelepípedos y cuyo tamaño va disminuyendo de manera ascensional.

En el primer cuerpo, reparamos en cada lateral de menor tamaño -los situados al Norte y al Sur-  la proa de una carabela con un mascarón formado por un ángel que porta una cruz.  La embarcación aparece apoyada sobre dos surtidores de agua con forma de delfín y bajo una guirnalda confeccionada con los productos típicos de la agricultura cubana (como si de una corona de laurel se tratase) recordando la gran riqueza que ésta significó para España.

Esas figuras de bronce son también obra del escultor Mariano Benlliure, pudiendo considerarse todo el conjunto formado por éstas y el primer cuerpo de piedra como una columna rostral romana, en la que se nos representa la celebración del triunfo de las naves colombinas al lograr atravesar el Océano Atlántico y llegar hasta las costas cubanas en 1492, sin olvidar la importancia del proceso de evangelización que formó parte de la conquista de América.

En cada lateral del segundo cuerpo vamos a ver un escudo o estatua elaborado en mármol.  Comencemos por el frontal, donde por encima de las palabras dedicatorias «A CUBA» aparece el escudo oficial de la República de Cuba adoptado en 1906.  En el lateral posterior se encuentra representado, con algunas carencias, el escudo de los Reyes Católicos Isabel y Fernando bajo cuyo reinado (Corona de Castilla 1474-1504  Corona de Aragón 1479-1516) las naves españolas llegaron hasta las costas cubanas.  Al estar realizado durante la época del Gobierno (1939-1975) del General Francisco Franco (1892-1975) y ser muy similar al utilizado entonces suelen confundirse.

En el lateral norte (el derecho según miramos al escudo de Cuba) se ubica la estatua sedente de Isabel la Católica (1451-1504), quien ante la posibilidad que se planteaba durante su reinado de poder lograr la cristianización de Asia, decidió apoyar los proyectos de Cristóbal Colón (1451-1506).  Recordemos que Colón navegó rumbo al Oeste con el objetivo de llegar hasta tierras asiáticas, basándose en su creencia de que la Tierra era redonda.  La estatua, obra del escultor Juan Cristóbal (1897-1961), muestra una imagen idealizada de la reina castellana, en la que se ha querido realzar su belleza.  La escultura ha sufrido algunos daños con el paso de los años, y actualmente podemos observar que su mano derecha aparece parcialmente cercenada, habiendo desaparecido la mayor parte de la cruz esculpida por el artista.

La escultura de Cristóbal Colón se encuentra situada al lado opuesto del monumento (el lateral sur) y fue realizada por el escultor Francisco Asorey (1889-1961).  El artista ha esculpido al ilustre navegante como una persona de carácter fuerte, que dirige su mirada firme hacia el horizonte mientras permanece sentado delante de una corona de laurel, sujetando fuertemente un globo terráqueo.

El segundo cuerpo finaliza en una gran cornisa, que da paso al tercero en el que, sobre una base cuadrada, se erige una figura femenina como símbolo de la República de Cuba.  Esta talla, obra del escultor, Miguel Blay Fábregas (1866-1936), es quizás la mejor de todo el conjunto.   La República cubana se nos presenta así como la figura de una mujer joven cubierta por el gorro frigio, símbolo de la república, mirando sosegadamente hacia la derecha mientras, con su mano izquierda, señala hacia un cuerno de la abundancia del que sobresalen diversas flores y frutos como figura alegórica de la enorme riqueza y fertilidad de aquellas tierras.  Con la representación de la orquídea, considerada una de las más bellas y queridas flores de América, el escultor ha querido representar el significado de Cuba para España.

Al elaborarse el proyecto inicial (1) de la Fuente-Monumento, se pensó en colocar también una estatua del Presidente Gerardo Machado, propuesta que no se llegó a realizarse.

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(1)  Véase el boceto original de la Fuente-Monumento, en el que figura una estatua del Presidente Gerardo Machado, en Cosmópolis, Revista del Ayuntamiento de Madrid, número extraordinario, septiembre de 1929, página 31.

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Los problemas del ego

  Raimón Samsó

Desde la niñez vamos construyendo una identidad inventada, que a la larga será la causa de algunos conflictos personales.  Ese falso yo recibe el nombre de ego.  Una especie de segunda identidad que nos hace difícil saber quiénes somos en realidad y de dónde proceden nuestros problemas.

Todas las relaciones personales: familia, amigos, pareja y trabajo… se ven sacudidas por conflictos, más grandes o más pequeños, de forma recurrente.  A veces, cuando una relación parece ir bien, otra empeora.  Las relaciones entre las personas se convierten en una montaña rusa de altibajos, avances y retrocesos.  Nunca parece que vayan a arreglarse definitivamente del todo.  Siempre el mismo tipo de conflictos…  la vida se hace difícil.

Y en ese punto, las personas suelen decir algo así como que «las relaciones son difíciles», cuando en verdad es el que hace esa afirmación quien es difícil.

Tal vez deberíamos en algún momento examinar y cuestionar nuestros comportamientos y creencias gobernadas por el ego.  Para definirnos recurrimos al uso de referencias externas convencionales o etiquetas.  A la mente le gusta poner nombres a todo para tratar de comprenderlo.  El ego es una autoimagen que se basa en identificaciones tales como: un nombre, una edad, un estado civil, un rol familiar, unas posesiones, una nacionalidad, un pasado, una profesión, unas creencias, un cuerpo, una educación, una religión, un sexo, unos logros y fracasos…  Todos los egos en realidad son iguales, ya que consisten en una identificación, y por tanto solo se diferencian en la superficie, pero no en el fondo.  Las personas nos acabamos contando una historia, y quien se apegue más a la suya será quien sufrirá más, porque será incapaz de vivir de otra manera.

El autoengaño tiene muchos nombres.  Al ego se le conoce también por autoimagen, yo construido, falso yo o yo fabricado, pero en realidad no importa el nombre, sino darse cuenta de que se trata de una creación mental.  Una falsa identidad no real.  Es importante que detectemos en qué momento se encuentra en activo.  Esto ocurre cuando nos suceden cosas como querer tener razón a toda costa, quejarse y sentirse víctima, ser incapaz de perdonar, juzgar y etiquetar a las personas, atacar o defenderse de comportamientos, reaccionar impulsivamente o establecer diferencias.

Por otro lado, cuando desactivamos el ego perdemos interés por discutir, competir, agredir, criticar, estar a la defensiva, juzgar…  Esto no significa que seamos pasivos, sino que habremos elegido antes que nada la paz mental en toda situación, algo que solo se consigue siendo muy activo (eligiendo decisiones sabias) y no lo contrario  (reaccionando como un autómata).

El juego preferido del ego es tratar de cambiar a los demás, sin esforzarse por cambiar uno mismo.  Un antiguo proverbio chino nos dice que «es más fácil variar el curso de un río que el carácter de una persona».  Así es, y sin embargo, una y otra vez se vive con la ilusión de hacer pasar a los demás por los guiones que hemos inventado para ellos, como si alguien pudiera saber qué es lo mejor.

Renunciar a la posesión imaginaria del constructo mental que es el ego no es sencillo.  ¿Cómo desprenderse de una identidad forjada a lo largo de toda una vida?  Parece como una pequeña muerte, y en realidad lo es, pero servirá para renacer a una nueva vida libre de apegos y aversiones, y por ello más feliz.

Hay muchas técnicas y teorías sobre cómo acabar con el ego, pero tal vez la menos conocida sea matarlo de aburrimiento, o sea no haciéndole caso.  ¿Y cómo se hace eso?  Dejando de reaccionar desde el ego a los otros egos, no saltando a la mínima provocación o reaccionando mecánicamente. Se trata de dar una respuesta elaborada y elegida, sin darle el micrófono o el protagonismo a esa vocecita parlanchina y engreída que hay dentro de cada uno y que siempre busca líos.  En la mayoría de los casos, cuando se dice «yo» es el ego el que habla.

El final de los problemas es no reaccionar al ego de las otras personas.   Pero, ¿cómo no hacerlo ante un comportamiento desagradable?  Es sencillo de decir, aunque no fácil de hacer.  La clave está en comprender que su comportamiento disfuncional está dictado por su ego.  Que no procede de la persona en sí, sino de sus condicionamientos adquiridos en el pasado.  Y entender que todos llevamos un ego a cuestas, y que todos sucumbimos a sus desvaríos de vez en cuando…  Tener en cuenta todo esto ayuda a comprender (aunque no a justificar) comportamientos disfuncionales y,  por tanto, a no reaccionar ante ellos.

El contexto donde los egos suelen entrar en conflicto son las relaciones de todo tipo:  familiares, sociales, profesionales y de pareja…  Uno podría pensar que cambiando las relaciones se solucionaría el problema.  Pero no es así.  Eludir las relaciones no es la solución, ya que el dolor sigue latente en el inconsciente.  Sin duda, el problema reaparecerá, esta vez en otro lugar, en otro momento y con otra persona.

Solo resolveremos estas cuestiones si dejamos de juzgar y criticar, si aceptamos a los otros tal y como son, sin ningún deseo de cambiarlos, ni tan siquiera por su bien.

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Las bóvedas valencianas de Nueva York

   Eduardo Suárez

El valenciano Rafael Guastavino (1842-1908) llegó a Nueva York en 1881 con 40,000 dólares en la maleta y sin saber una palabra de inglés.  Pero en apenas unos años su talento le llevó a levantar decenas de edificios en Manhattan, y a fundar una de las constructoras más prestigiosas del país.

La clave del éxito de Guastavino fueron las bóvedas (1) tabicadas que levantaba con ladrillos finos y cemento según la tradición de los arquitectos medievales, y que no requerían ni complicados andamios, ni muros de gran grosor.  No solo eran más ligeras y baratas que otras construcciones arquitectónicas; también ofrecían techos ignífugos a los constructores, en un momento en el que la ciudad permanecía traumatizada por los efectos del gran incendio de Chicago, que causó 300 muertos en 1871, y dejó a 100,000 personas sin hogar.

El edificio que le abrió las puertas del éxito fue la Biblioteca Pública de Boston (1895) cuyas peculiares bóvedas realizó con material elaborado en una fábrica que había instalado en una iglesia abandonada en Woburn en las afueras de Boston.  Su empresa llegó a construir al menos 250 edificios en la ciudad y alrededor de mil repartidos por los diferentes Estados del país.

La edad dorada de la empresa llegó principios del decenio de 1920, cuando su fundador ya había fallecido, y su declive se inició años después por el auge de las estructuras de acero y los efectos económicos de la Gran Depresión (1929-1930).

Entre las obras más relevantes realizadas en Manhattan los expertos suelen citar la estación de Metro de City Hall (1904): una especie de catedral subterránea con vidrieras, azulejos policromados y candelabros de latón (ver imagen supra).  Abandonada desde 1940 porque no se ajustaba al tamaño de los trenes, aún es posible verla hoy entre las sombras cuando pasan los trenes de la Línea 6.  Las bóvedas del valenciano están también presentes en el mercado que se levanta debajo del puente de Queensboro, en el Oyster Bar de la Grand Central Station (2) o en la sala de registro de la isla de Ellis.

La obra más célebre es quizá el techo del crucero de la Catedral neoyorquina de St. John the Divine (1909), la última bóveda diseñada en colaboración por ambos Guastavinos, que se concibió como una solución transitoria y que tiene 30 metros (98.42 pies) de largo y apenas 11 centímetros (4.33 pulgadas) de grosor.  Los obreros la construyeron sin andamios y en un tiempo récord de quince semanas.

El legado de la familia valenciana sigue presente en edificios como el Capitolio de Nebraska, donde brillan 300,000 azulejos elaborados en la fábrica de Woburn, las bóvedas de St. Paul Chapel (Columbia University) y también, entre otras realizaciones arquitectónicas, en los arbotantes neogóticos que sostienen la bóveda del Museo de Historia Natural (Washington D.C.).

(1)  Rafael Guastavino exportó a los Estados Unidos la denominada «bóveda catalana» y la patentó en su nuevo país de residencia como el «Guastavino System».  Su  empresa R. Guastavino Fireproof Contruction Company, en la que participaba activamente su hijo del mismo nombre, llegó a registrar 24 patentes en el negocio de la construcción.

(2) En la Grand Central Station, Rafael Guastavino hijo (1873-1950) diseñó en 1913 la famosa Bóveda de los Susurros (Whispering Gallery), un arco abovedado que tiene la peculiaridad de que una persona puede susurrar en una de sus esquinas mientras otra lo escucha en la esquina opuesta con un sonido alto y claro.  El curioso efecto acústico se produce gracias a la especial corbatura formada por el arco de cerámica.

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Cuba 1898 – Los cuadros del Museo del Prado que nunca regresaron

   Alberto Sala Mestres

En febrero de 1894 llegaron a La Habana, trasladándose después a Santiago de Cuba, dieciséis cuadros del Museo del Prado seleccionados por el Director de la institución Federico de Madrazo y Küntz, según consta en el listado que se conserva en los archivos del Museo.  Los cuadros, entre los que había paisajes, retratos y obras de temática alegórica y mitológica, se cedían en calidad de depósito a la denominada entonces Diputación Provincial de Santiago de Cuba.

Al finalizar la Guerra Hispano-Americana [Spanish-American War] (abril-diciembre 1898), y tras la firma del Tratado de Paz entre el Reino de España y los Estados Unidos de América (París, 10 de diciembre de 1898) los cuadros permanecieron en Cuba.  Cabe interpretar que se traspasaron a los Estados Unidos en virtud del Artículo VIII del Tratado, donde se estipula que «España renuncia en Cuba…. a todos los edificios, muelles, cuarteles, fortalezas, establecimientos, vías públicas y demás bienes inmuebles que con arreglo a derecho son de dominio público, y como tal corresponden a la Corona de España».

El 12 de febrero de 1899 se funda en Santiago de Cuba el Museo Provincial Emilio Bacardí Moreau.  Durante las dos primeras décadas el Museo, denominado ya como Museo Municipal, se instaló en varios inmuebles que eran inapropiados para su función, y en 1922 se inició la construcción de un edificio (ver imagen supra) con características idóneas, que fue inaugurado el 27 de octubre de 1927.  El Museo consta actualmente de tres salas de exposición que coinciden con los tres niveles del edificio:  Arte, Historia y Arqueología (1).

En la sala de Arte (situada en el segundo nivel) se exponen entre otras obras de pintura europea doce obras (2) de las dieciséis que llegaron a Cuba en 1894.  Cuatro de ellas (3) no han sido localizadas y es probable que se encuentren en colecciones particulares fuera del país.

Los catálogos y la información proporcionada por el Museo Municipal Emilio Bacardí Moreau indican expresamente que esas doce obras provienen del Museo del Prado, pero no se especifica que se encuentran en depósito.  Por el momento, España no ha reclamado su pertenencia, aunque en los últimos años varias obras del Museo del Prado cedidas en depósito a Museos e instituciones culturales de diferentes países (4) han regresado paulatinamente a su ubicación original.

Cabe destacar que Cuba es el único país donde puede verse actualmente una colección permanente de obras del Museo del Prado, que celebra este año el bicentenario de su fundación (1819-2019).

(1)  Como un dato curioso se indica que en la sala de Arqueología se exhibe una momia egipcia originaria de Luxor (antigua Tebas), adquirida por Emilio Bacardí Moreau en un viaje a Egipto realizado en 1912.  Los expertos han datado la momia en el período ptolemaico (323 – 30 a.C).

(2)  Paisaje con montaña y río, Paisaje con caza de oso y Paisaje con río (Matías Jimeno, ?-1657), David con la cabeza de Goliat (Guino Reni, 1575-1642), Retrato de la reina Margarita de Austria (Juan Pantoja de la Cruz, 1553-1608), Retrato de la reina María Josefa Amalia de Sajonia [esposa de Fernando VII] (Johann Carl Rössler, 1775-1845), La Primavera, El Verano, El Otoño y El Invierno (José de Madrazo (1781-1859), Retrato de Amadeo I (Salvador Martínez-Cubells (1845-1914) y el Asunto Mitológico [en la actualidad se titula Arco Iris] (Rafael Tegeo Díaz, 1800-1856).

(3)  Retrato de la Reina Mariana de Neoburgo, Jan Van Kessel (1626-1679), El sueño de Diana (César Álvarez Dumont, 1866-1945), Paisaje con figuras (Rafael Tegeo Díaz, 1798-1856) y Retrato de Fernando VII (autor desconocido).

(4) Los historiadores denominan a estos cuadros como El Prado disperso.

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El verdadero sentido de la buena educación

  Gabriel García de Oro

La clave de cualquier manual del buen comportamiento es no molestar y tratar al otro como nos gustaría que nos tratasen a nosotros.  Hay que hacer que la persona se sienta cómoda, mostrar respeto y cierta sensibilidad hacia sus sentimientos, creencias o formas de vida.

Algunas formas se quedan obsoletas y otras valen en un país y no en otro.  Sin embargo, devolver el saludo, estornudar con moderación, no hablar a gritos, no devorar la comida o dejar salir antes de entrar son gestos universales que todo el mundo aprecia.  Y que llevamos siglos poniendo en práctica, como demuestra el libro  De la urbanidad en las maneras de los niños  que escribió Erasmo de Rotterdam (1) en el siglo XVI.  Este ensayo fue un auténtico best seller de la época, lo que indica que los ciudadanos del Renacimiento ya estaban muy interesados en todo lo relativo a la convivencia.  Porque de eso se trata.  De coexistir.  Sobre todo de adaptarse y no imponer tus reglas.

Para ofrecer lo mejor a los demás tenemos que empezar por nosotros mismos.  Lo primero que debemos hacer para ser educados es no flagelarnos y buscar la armonía interior.  Si no estamos contentos, o nos creemos que nuestros problemas son más importantes que los del resto, difícilmente veremos lo que pasa a nuestro alrededor y, menos aún nos preocupará cómo actuar de cara al exterior.  El secreto de los buenos modales y su poder transformador es justamente ese:  estar bien con uno mismo.  Tratarnos con corrección para luego comportarnos así con el otro.

Pero ¿cómo lo ponemos en práctica?  Estas cinco pistas nos pueden ayudar a interiorizar la importancia que tienen algunos gestos en nuestra rutina.

1.  Dar los buenos días.

Tal vez sea la regla más básica del civismo, pero cada vez se practica menos.  Vivimos tan angustiados y estresados, o tan metidos en nuestro mundo, que nos olvidamos muchas veces de saludar al compañero de trabajo o al vecino.  Lo primero que debemos hacer para cambiar de actitud es darnos los buenos días a nosotros mismos.  Desearnos lo mejor, llenarnos de buenos propósitos, de gratitud ante la jornada que empieza.  Esto nos ayudará a encarar de una manera más amable el día.  

2.  Hablar con corrección.

En no pocas ocasiones usamos expresiones como «que tonto soy», «lo he hecho fatal» o «me siento un inútil» para referirnos a nosotros mismos.  El lenguaje autodestructivo refleja inseguridades.  Y esos complejos nos vuelven personas amargadas y tristes.  También utilizamos consciente o inconscientemente palabrotas que pueden generar mal ambiente.  Hay que quererse más para querer más al otro.  Si no, entraremos en una espiral de resentimiento que repercutirá en nuestro comportamiento.

3.  Saber escuchar.

Lógico.  Una persona educada es aquella que no solo (2) habla con pulcritud y utiliza un lenguaje apropiado. También escucha atentamente y presta atención a las necesidades y sentimientos de los demás.

4.  Sonríe.

Cuando lo hacemos demostramos comprensión y empatía.  Tal vez sea la manera más simple de comunicarse entre los seres humanos.  Aunque no hablemos la misma lengua, todos entendemos una sonrisa.  Si nos esforzamos por sonreír más, en el fondo, estaremos generando un buen ambiente interior que se trasladará al exterior.

5.  Sé detallista.

Hay que tener presentes esas pequeñas cosas que poco a poco van construyendo un buen clima.  Para eso hemos de prestar atención a lo que acontece en nuestra vida cotidiana.  Por ejemplo. ceder el asiento a una mujer embarazada es una cuestión de fijarse en quién se tiene alrededor.  Será más fácil si nos olvidamos un minuto de mirar el teléfono móvil (cellular) y observamos a la gente que viaja con nosotros en el metro o en el autobús.  O abrir la puerta a aquella persona que va cargada con la compra.  O regalar unas flores solo porque sabemos que a ese amigo nuestro le encantan.

Con nosotros pasa lo mismo, si nos damos ese pequeño capricho, ese momento de calma, de mimo y cuidado, nos sentiremos mejor y, a su vez, haremos sentir mejor a los demás.

(1)  El sacerdote Erasmo de Rotterdam (1466-1536) fue un filósofo, teólogo, humanista y escritor, que marcó el pensamiento de una época y nos dejó una serie de frases esenciales en el movimiento renacentista de la época recogidas en su libro Adagia [Adagio] (Ed. Aldo Manucio, Venecia, 1508).   Citamos dos de ellas:  Llorar lágrimas de cocodrilo y Más vale prevenir que curar.

(2)  Es probable que muchos lectores procedan de un sistema educativo que diferenciaba «sólo» (adverbio) de «solo» (adjetivo).  En el colegio nos enseñaban que siempre que pudiéramos sustituir la palabra «solo» por «solamente» debíamos tildar el término (sólo = solamente»).  Sin embargo, la Real Academia Española en la última edición de su Ortografía (RAE, 2010) determinó que «solo» nunca llevaría tilde, independientemente de que fuera un adjetivo o un adverbio.  Debe ser el contexto el que determine qué tipo de palabra estamos utilizando.

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El último viaje

  Gastón Baquero

Uno de los mayores beneficios de la vejez es la serenidad con que recibimos la noticia del fallecimiento de un ser querido.

A partir de cierta edad se tiene inevitablemente la sensación de estar de paso, de hallarnos a punto de seguir viaje en cualquier momento.  Al saber que uno de los compañeros de excursión, ¡uno más!, ha reemprendido el peregrinaje, dejándonos por un rato más en la prolongada visita iniciada con el nacimiento, sentimos, sí, pena por la ausencia (la pasajera ausencia), pero comprendemos que teníamos olvidada nuestra condición principal:  la de ser fugaces viajeros por un largo camino.

No hubo ni hay religión que desatienda pagar los gastos de los suyos que emprenden el viaje.  Una moneda entre los labios, una carta dirigida a Dios, recomendándole la persona y suplicándole una amable acogida, unas oraciones por su alma, un amuleto para entregarlo al guía acompañante, un rito, alguna ceremonia que se juzga auspiciosa, son en verdad el equipaje apropiado para el viajero.  Al moribundo el sacerdote le lleva el viático, los romanos ponían sobre el corazón una rama de ruda (1).

Para que el cuerpo vaya limpio está el baño funeral que no falta en ninguna religión.  Para que no padezca hambre en el más allá, los deudos y los amigos comen y beben antes del entierro; y los sabios chinos ponen comida sobre las tumbas.  Eso para lo material, lo del cuerpo.  Para purificar y limpiar hasta la raíz el alma, tienen prescritas las religiones normas y costumbres que varían con las épocas y las civilizaciones, pero giran todas alrededor de la misma idea:  hay que sacudirse el polvo interior que se nos deposita durante nuestra visita a la tierra.

Los santos óleos de la extremaunción, y la confesión y comunión antes de partir, no tienen otro sentido.  La confesión limpia el cuerpo y la comunión limpia el alma.  Comulgar es lavarse el alma con la sangre de Dios.  Queda así el viajero puesto en camino con todas sus deudas pagadas.  Al estar limpio por dentro y por fuera se le llama en religión «tener la maleta hecha».

Recuerdo cuando en el campo nos llevaban a niños y mayores cerca de quien moría para decirle la oración llamada El camino recto (2).  Siempre la conciencia del morir entendido como un viaje.  «No murió, partió primero» es fórmula perfecta de la antigüedad.  La barca en el río, el vuelo hacia el cielo, la vuelta a la Casa del Padre, el adiós, ligándose siempre la imagen del morir con la de partir de viaje.  Egipcios y aztecas lo sabían muy bien, y los viejos tártaros enterraban a sus héroes con el caballo, para que siguiera jineteando por las llanuras del cielo.

Los griegos, a quienes no agradaba la idea de la muerte como destrucción y aniquilamiento, tenían un puñado de metáforas para no emplear jamás la palabra vitanda.  Todo lo que decían era aplicable a un viaje.  «Ahora está en otra estrella», era uno de los modos maravillosos que empleaban para dar la noticia tremenda.  En inglés «he is gone» cumple también el papel de metáfora de la muerte.  Y las poesías más antiguas de la humanidad, en Occidente, como en Oriente, en las civilizaciones precolombinas de América, como en las arcaicas asiáticas, quieren inculcarle al hombre la noción de lo fugaz de la visita a este planeta.

Aquí estamos de paso y muy de paso, en visita breve.  Nos quedan muchos mundos por recorrer.  Darnos compañía unos a otros nos libra de sentir el pavor del vacío que media entre la tierra y los cielos.

(1) La ruda es un arbusto perenne de la familia de las rutáceas oriundo del Mediterráneo, de hojas muy divididas y flores amarillas, que se utiliza con fines medicinales con el peligro de que su toxicidad es extrema en dosis elevadas.

(2)  San Antonio María Claret (1807-1870), Camino recto y seguro para llegar al cielo, Devocionario, primera edición, Palma de Mallorca 1845, Imprenta Esteban Trías, 530 págs.  Desde esa fecha se han publicado 185 ediciones en castellano.

Nota:  El escritor, poeta y periodista cubano Gastón Baquero [1914-1997] (véase imagen supra en la ultima etapa de su vida) residió desde 1959 en Madrid donde colaboró en el Instituto de Cultura Hispánica y en la emisora Radio Exterior de España, publicando numerosos artículos en diferentes periódicos del país.  En la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (Santander) ejerció como Profesor de Historia y Literatura de América Latina.  Tras su fallecimiento, el Ayuntamiento de Madrid colocó una placa en la fachada del edificio donde había vivido (véase imagen supra).  La Residencia de Mayores de la Comunidad de Madrid en la localidad de Alcobendas, donde residió en sus últimos años, lleva actualmente su nombre.  Una parte de su biblioteca, así como documentos, correspondencia y manuscritos se encuentran depositados en la Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami (Reference code 5033).

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El selfie (1513) de Leonardo da Vinci

  Laura Revuelta

París y el Louvre atesoran la Mona Lisa, pero hay que señalar que Turín y su Biblioteca Real poseen el más famoso de los autorretratos (ver imagen supra) del más enigmático de los artistas: Leonardo da Vinci (1452-1519), cuya magia, mitología y mitomanía no tiene  -ni se le prevé-  fin.  Fue realizado en 1513 sobre una lámina de papel, utilizando para el dibujo una tiza roja natural.

Si la traducción literal de selfie equivale a autorretrato, resulta totalmente lícito que vayamos a la pintura y sus autores clásicos para fijar el origen de esta última moda.  Antes de que el selfie se estampara en la imagen de la pantalla de un móvil / cellular para uso y abuso de toda persona con ganas de gloria digital, tuvimos que pasar por el Renacimiento europeo (siglos XV – XVI) y su reivindicación del individuo como objeto artístico, centro de atención del cuadro y su cuadratura estética.

Tzvetan Todorov (1939-2017) en su ensayo Elogio del individuo, traza este punto de partida:  «En un momento de la Historia de la pintura europea, se introducen individuos en las imágenes.  No se trata de seres humanos en general, ni de encarnaciones de una otra categoría moral o social, sino de personas concretas provistas de nombre y biografía.  En otras palabras, entonces surge el género del retrato».  Basta con avanzar un poco para que, en ese espejo que es el lienzo en blanco, se mire el propio autor.  El artista abandona el estatus de segunda fila.  Pasa a ser un valor en el mercado y, por ende, a estar orgulloso de sí mismo, de su centro de gravedad artística y también de su proyección hacia la inmortalidad.

No es estrictamente cierto que Leonardo da Vinci realizara el primer autorretrato pero, sin duda, sí el de las más profundas convicciones.  Cronológicamente Alberto Durero (1471-1528) data en 1498 y firma el cuadro que atesora actualmente el Museo del Prado en Madrid, con el artista flamenco de frente, serio y hermoso, tan encantado de sí mismo en este lienzo como en todos los que ejecuta (unos cuantos) a su imagen y semejanza.

De aquel Renacimiento en la pintura flamenca a estos lodos del selfie no hay más que dar tiempo al tiempo, y ver cómo desfilan toda clase de artistas y obsesiones en versión cuadro, foto o performance.

Leonardo da Vinci, en el primer selfie de la historia mira de frente y con la sinceridad absoluta de quien sabe que se está autorretratando el alma y no se pone ni un pelo de más  En 1840 Carlos Alberto de Saboya adquirió el dibujo a un coleccionista y, desde entonces, permanece en Turín.

Nota:  El dibujo realizado sobre papel hace más de quinientos años mide 33 cm de alto por 21 cm de ancho (12.99 x 8.26 pulgadas) y sufre el inevitable paso del tiempo. Actualmente su estado de conservación es preocupante. La obra se mantiene guardada desde 1998 en una bóveda subterránea de la Biblioteca Real de Turín.  La luz que ilumina el habitáculo es exclusivamente de fibra óptica ya que los expertos consideran que la luz natural podría dañar aún más el dibujo.  Se mantiene el recinto a una temperatura constante de menos 20 grados Celsius, con una humedad fijada en un porcentaje inferior a 55.  Las características del cristal utilizado son específicas para la preservación de esa obra de arte en las mejores condiciones posibles.

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Venerable Hermano Victorino De La Salle (1885-1966)

  Alberto Sala Mestres

El 6 de abril de 2019, el Santo Padre Papa Francisco refrendó en el Vaticano el Decreto de Virtudes Heroicas del Siervo de Dios Hermano Victorino De La Salle, aprobado por unanimidad por la Congregación para las Causas de los Santos, documento que le otorga la condición de Venerable.  Esta noticia fue difundida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede a través de su Boletín de Noticias del 8 de abril de 2019 (BO 297).

La cualidad de Venerable establece una nueva etapa que sitúa al Hermano Victorino De La Salle a las puertas de la Beatificación.  Para que sea designado Beato se requiere que suceda un milagro atribuido a su intercesión, que deberá ser verificado y autenticado de forma fehaciente, y analizado posteriormente por la Congregación para las Causas de los Santos.

Recordar la vida y obra del Hermano Victorino nos sitúa ante una persona que supo entender la sociedad de su época y la misión de apostolado que su vocación le había confiado.

Nuestro Hermano De La Salle nació en Francia y llegó a Cuba en 1905, formando parte de una comunidad de Hermanos que se establecería en la nueva República de Cuba fundada tres años antes. La labor realizada en esos primeros años fue muy eficaz para restablecer el acercamiento de los fieles y sus familias a la Iglesia, mediante la fundación de colegios católicos que ofrecían una educación más moderna, lejos de los cánones de la Metrópoli, impartiendo valores cristianos en una nueva evangelización.

El acertado criterio del Hermano Victorino le hizo ver que hacía falta algo más que las asociaciones o grupos que se formaron entonces para mantener la vigencia de la fe y la práctica de la religión. Era necesario -pensaba- organizar un movimiento diferente, innovador, comprometido y valiente. Así surgió, en 1928, la Federación de la Juventud Católica Cubana, una asociación nacional organizada a través de grupos y coordinada a nivel diocesano, que mantenía y desarrollaba su apostolado como el objetivo de todos los católicos comprometidos con la labor de Iglesia.

El diseño de ese movimiento laico de hombres y mujeres fue abarcando progresivamente en las diferentes ciudades y poblaciones de Cuba a los estudiantes, universitarios, obreros, fieles de las Parroquias y matrimonios, siguiendo las pautas del Hermano Victorino, quien se adelantó varias décadas en promover el protagonismo que tienen ahora los laicos en la vida de la Iglesia.  Con su proverbial sencillez y humildad, confirmaba siempre un pensamiento que repitió muchas veces de palabra y por escrito:  «Siempre quise hacer obra de Iglesia».

Estadísticas publicadas en la IV Semana Internacional de la Acción Católica, celebrada en Montevideo (Uruguay) en 1956, indican que la organización fundada por el Hermano Victorino contaba entonces con 1,080 grupos, formados por un total de 32,000 miembros.  En 1953 se había concluido la especialización en cuatro grupos: la Juventud Acción Católica (JAC), integrada por los grupos generales radicados en todas las Parroquias de Cuba;  la Juventud Estudiantil Católica (JEC), formada por los grupos establecidos en los colegios y centros de enseñanza secundaria; la Juventud Obrera Católica (JOC), integrada por los grupos obreros radicados en las distintas localidades; y la Juventud Universitaria Católica (JUC), constituida por los grupos establecidos en  las universidades del país.

Junto a esa significativa organización católica cubana, se fundó también en 1946 por iniciativa del Hermano Victorino el Hogar Católico Universitario, que brindaba acogida a los estudiantes sirviendo a su vez de punto de encuentro de los universitarios.  También impulsó la creación en 1953 de los Equipos de Matrimonios Cristianos, cuya organización y funcionamiento fueron aprobados por el Episcopado cubano, y que tuvo un rápido crecimiento.

El Hermano Victorino De La Salle había recibido una especial gracia de Dios: el peculiar carisma que le acompañó siempre. Su liderazgo participativo, esa manera de expresarse de forma reflexiva y convincente desde el testimonio de su propia vida, sigue siendo un modelo para todos. Su ejemplo sembró numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas entre los jóvenes.

Falleció en Puerto Rico el 16 de abril de 1966 y sus restos se encuentran depositados en una urna funeraria en el Panteón de los Hermanos De La Salle ubicado en el  Cementerio Católico Porta Coeli de Bayamón, ciudad ubicada a 19,4 kilómetros (12 millas) de San Juan.  Es probable que en un futuro próximo los Hermanos De La Salle decidan trasladar, después de obtener las autorizaciones pertinentes, la citada urna funeraria a otro lugar más acorde con la reciente designación de Venerable.

Tras su fallecimiento, quienes habían conocido al Hermano Victorino, participando en su labor de apostolado, recopilaron datos y testimonios sobre su vida ejemplar. Un número importante de católicos consideraba que existían evidencias para iniciar el reconocimiento de su santidad. El Cardenal de Puerto Rico Mons. Luis Aponte Martínez, respaldó las peticiones, y el 30 de marzo de 1999 dictó el Decreto de Introducción de la Causa de Beatificación del ya considerado Siervo de Dios Hermano Victorino De La Salle.

El Superior General del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas designó a Rodolfo Meoli fsc, para el seguimiento de ese tema desde la Casa Generalicia en Roma, y las autoridades de la Santa Sede nombraron a Fr. Vincenzo Criscuolo Ofm.Cap. Relator de la Causa de Beatificación.  Ambos han desarrollado una encomiable labor que ha llevado al reciente dictamen del Papa Francisco de designarle como Venerable Hermano Victorino De La Salle.

Las autoridades eclesiásticas han aprobado el texto de una Oración, para uso privado de los fieles, cuyo texto figura a continuación.

Puede verse más información en: http://www.victorinodelasalle.org

Oración

Señor Dios, que has prometido ensalzar a los humildes y que brillaran como estrellas en perpetuas eternidades los que enseñaren a muchos la justicia, dígnate glorificar a tu siervo Venerable Hermano Victorino De La Salle, trabajador incansable en la parcela de la niñez y de la juventud, haciendo que su nombre resplandezca entre tus santos.

Multiplíquense tus gracias, Señor, en favor de los fieles que te las piden, haciendo presente las virtudes que él practicó en la Tierra, y concédenos que algún día veamos a tu Santa Iglesia honrar su memoria y ofrecernos en él un nuevo modelo que imitar, y un nuevo protector que nos asista desde el cielo, en los trabajos y aflicciones de esta vida, ayudándonos a conseguir la bienaventuranza eterna.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Se ruega a quienes obtengan favores o gracias por intercesión del Venerable Hermano Victorino de la Salle, que lo comuniquen en un breve mensaje dirigido a:  victorino@saintly.com

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La cultura del perdón

 –  Enrique Rojas

La capacidad para olvidar y perdonar es propia de las personas maduras y llenas de amor.  Aquí los que pierden, ganan.  Es más fácil hablar del amor que practicarlo.  Una persona psicológicamente sana es aquella que vive en el presente, ha luchado contra viento y marea por superar las durezas del pasado y vive abierta y empapada de porvenir.

Y también lo diría en sentido contrario:  el que está atado a los recuerdos negativos y no es capaz de alejar de sí el daño sufrido se va convirtiendo en alguien con un trastorno psicológico, que le puede acompañar durante años como la sombra de su cuerpo.  Y el instalarse en un estado de tensa duermevela agazapada.

En positivo, el agradecimiento es la memoria del corazón.  En negativo, el sufrimiento no superado es la infelicidad instalada en nuestra cabeza. Hay tres ingredientes esenciales que deben vivir en nuestro patrimonio interior si queremos encaminarnos bien hacia la felicidad:  corazón, cabeza y espiritualidad.  Sentimientos, argumentos y razones para vivir.

El perdón no consiste en hacer una especie de borrón y cuenta nueva, de aquí no ha pasado nada.   No es eso.  Exige renunciar a la venganza y al odio por un fin superior.  Si sólo se vive una vez, si la vida es una ocasión única de sacar lo mejor de uno mismo, yo perdono y olvido, disculpo, no llevo cuentas de esas fechorías que me han dejado maltrecho y me crezco en la adversidad con un corazón de oro.

Esto sé que es heroico, que está muy por encima de la media, pero es el triple salto, la pirueta de practicar la excelencia, el fino licor de la sabiduría más excelsa, ser bueno (y ser tonto, que es lo que dirían muchos), tender la mano al otro sin pedirle explicaciones (que se rían de uno y lo tomen por loco) y, al mismo tiempo, que no me quede dentro la rabia contenida haciendo estragos, reunión de fragmentos dispersos de tragedias que entran a raudales en ese ser humano y terminan por inutilizarlo para una vida digna, creativa, empujada por los mejores vientos de una afectividad alada y vertical.

Es el misterio de la grandeza de los santos:  que tuvieron una felicidad incomparable porque, no teniendo nada, lo tuvieron todo.  Jesús de Nazaret es la medida del perdón.

Saber perdonar todo y a todo es sobrehumano. Pero ese es el reto.  El cristianismo tiene las mejores respuestas para esto.  Perdonar hasta setenta veces siete, dice el texto evangélico.  Y esto resulta difícil de practicar, quién lo duda.

Pero es obvio que una exigencia tan grande de perdonar no anula las objetivas exigencias de la justicia.  No hay justicia sin perdón, ni perdón sin justicia.  El perdón no elimina ni disminuye la exigencia de la reparación.  Repito: el perdón con el esfuerzo por olvidar es la forma más alta de amor gratuito.  No hay otra más elevada.  Es la gran salida.

Merced al perdón se deshacen los nudos.  Llegar a adquirir la cultura del perdón es estar cerca de una de las puertas de entrada al castillo de la felicidad.

Perdonar es borrar la culpa recibida, olvidarla porque el tiempo cura todas las heridas y renunciar a devolver un castigo proporcional.  La misericordia es superior a la justicia.

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Las manos hacen milagros

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–  Juan José Millás

Curiosa imagen (1).  Los policías armados hasta las cejas se protegen de un grupo de mujeres y niños cuya única defensa son las manos.  Su fuerza física es irrisoria, pero su elocuencia carece de límites.  Hablan estas manos con cada uno de sus cinco dedos, con sus palmas desamparadas y desnudas.  Hablan con la fuerza de la razón frente a la que la mano derecha del policía que aparece en el primer plano (ver lado izquierdo de la foto) se rinde.  Observen como sus dedos se repliegan cobardemente y no para formar un puño, sino para expresar su afasia frente a un discurso inobjetable.

No se pierdan tampoco el rostro perplejo del representante de la autoridad, su mirada, su gesto huidizo……, la pregunta que atraviesa su frente protegida por el casco de acero:  Díos mío,  ¿qué hago yo aquí?

Y todo este cúmulo de sentimientos encontrados es consecuencia del lenguaje de las manos,  las mismas manos de las que hemos heredado vasijas de barro construidas hace miles de años, las mismas que levantaron ciudades, que crearon tejidos, que transportaron los sillares de las catedrales, que construyeron calzadas, que recolectaron, ordeñaron, sembraron y escribieron poemas.

Las manos que son la lengua en el idioma de los sordos, el voto en las asambleas de los trabajadores y el aplauso en los mítines.  Las que amasan el pan, las que acarician, las que, provistas de una esponja, limpian el cuerpo bajo la ducha de agua caliente.

Las manos solas, desnudas, desprotegidas, blancas, continúan haciendo milagros después de tantos siglos de que las viéramos surgir con sorpresa en el extremo de los brazos.

(1)  Fotografía de Bulent Kilio.

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¿De quién es esa letra?

–  Maruja Torres

Un amigo mío pasó a visitarme y, al no hallarme en casa, deslizó una nota manuscrita por debajo de la puerta.  Cuando llegué, recogí el papel y le dirigí, antes de leer su contenido, una ojeada de extrañeza…  La nota estaba escrita en castellano.  No tenía firma como suele ocurrir con las personas con quienes mantenemos una relación regular y con quienes compartimos guiños o pequeñas complicidades, incluso triquiñuelas semánticas.

Al leerla, reconocí a su autor por el tono.  Pero lo que me dejó helada, como un descubrimiento indeseado, la pérdida de un bien -en otro tiempo querido, pero ya escamoteado-  que ya no podré recuperar, fue que no reconocí su letra.  Comprendí que no la había visto nunca.  Mi amigo y yo, como tanta gente que ha empezado a relacionarse cuando ya se encontraba en marcha el hábito de la comunicación a través de correos electrónicos y SMS ignoramos cómo es la letra del otro.

Darse la mano -los apretones fuertes, tan preciados; la manita floja, sudorosa, mala señal-  es un hábito que se perdió en algún momento, cuando colectivamente decidimos que besarse en las mejillas o en el aire a la primera de cambio era lo pertinente.  Averiguar cómo tenía la letra el otro -o la otra-, fueran candidatos o no a parejas o amigos…  Eso también era importante.

Cuando los compañeros del alma que nos acompañaban en nuestro descubrimiento de la vida nos dirigían extensas misivas a las que correspondíamos con no menos interminables respuestas, ¿cuál no era la importancia de su letra apretada, de sus folios aprovechados casi más allá de los márgenes?  Recuerdo los caracteres de su letra como recuerdo el rostro de cada amigo temprano con quien mantuve contacto epistolar.  Recuerdo el sobresalto, la emoción que sentía al distinguir su letra en el sobre.  Pero de mis amigos de ahora no conozco la letra.  Ni ellos la mía.

Los sentimientos no cambian.  Idéntica emoción me produce ahora leer el nombre del remitente de un e-mail que mejora y anima mis días.  Pero por el camino hemos perdido algo que era de nosotros más que cualquier dirección de correo internáutico.

Mi banco tiene mi firma -y la electrónica también, por supuesto-, mis amables lectores tienen dedicatorias con esa caligrafía a menudo impostada -o apresurada: desgarbada, torpe- que les entregamos en los días convenidos; yo recibo ramos de flores con tarjetas, pero seguramente la frase agradable que aparece escrita es de la secretaria, que posiblemente también las haya elegido, o incluso de la florista, que está en todo.  Notas de los empleados… Lectores también: de los que suelen todavía escribir a mano, cuánto agradecería que lo hicieran por correo electrónico; por cierto, me cuesta mucho menos responder.  ¿Contradicciones?  Bien está lo que nos facilita la cotidianidad, sería incapaz de retroceder.  Pero es que creo que, entre amigos, al menos nuestras letras las deberíamos conocer.

Mis cuadernos, mis libretas de todo tipo y formas reciben mis confidencias a mano.  Tal vez éste sea el destino de la caligrafía, en el presente -y ojalá al menos eso se conserve en el futuro-, la intimidad, el secreto, cuadernos que nos acompañan, hundidos en el bolso, o en la mesilla de noche, al alcance de la mano.  Cuántas veces no me he dormido mientras escribía y, al abrir los ojos, las curvas de mi letra en un mazo de papel que casi tenía abrazado me han permitido atravesar el vacío que se abría entre mis sueños y los fraudes que les aguardaban.

Hay una forma de hacerse con la letra de las personas sin que parezcamos extravagantes:

 –   ¿Tienes correo electrónico?

 –   Sí, claro, por aquí tengo una tarjeta…

 –   No importa, mejor me lo escribes aquí.  Mira, yo te escribo el mío en esta hoja.

Es poco, ya lo sé.  Pero es mejor que nada.

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Una espera activa ante la incertidumbre

 –  Miriam Subirana

Cuando creemos que lo tenemos «todo controlado», nos sentimos seguros y andamos con paso firme.  Vivimos procurando verificar que nuestros planes lleguen a buen puerto.  Cuando ocurre algo imprevisto, nos estresamos, irritamos o enojamos.  Lo imprevisto no estaba en nuestros planes y la duda se apodera de nosotros.  Vivir con incertidumbre significa no saber lo que provoca inquietud y ansiedad, incluso angustia.

Mantener objetivos y planificar cómo lograrlos es necesario para obtener lo que uno quiere.  Sin embargo, aunque pensemos lo que vamos a hacer, no podemos responder ante las circunstancias ni ante lo que harán los demás.  La realidad es que es imposible tenerlo todo siempre controlado.  Cuando la situación aparece como un obstáculo en nuestro camino, aferrarnos a nuestro plan original produce tensión porque queremos llegar sí o sí a cumplirlo.  Sin embargo, la nueva circunstancia quizá lo que pide es un cambio de rumbo, otra respuesta, o saber esperar.

Es como cuando el río sale de la cumbre de la montaña con el objetivo de desembocar en el mar.  En su camino se encuentra con piedras, montes y desniveles del terreno, y tiene que bordearlos o hacerse subterráneo para luego volver a la superficie, hasta que al fin llega a su destino.  Nosotros planificamos ir en línea recta hacia nuestro objetivo y cuando aparecen los desniveles nos emperramos en querer seguir recto.  Necesitamos flexibilidad y reconocer que quizá no merece la pena luchar para derribar el obstáculo;  eso nos desgastará y acabaremos agotados.  En cambio, si lo bordeamos y cogemos otro sendero, manteniendo la visión de nuestro objetivo, podremos disfrutar del recorrido y no nos dejaremos la piel en el camino.

Para lograrlo debemos recuperar la confianza en nuestros recursos internos, en nuestro conocimiento, nuestro talento, y en nuestra capacidad de superar lo que se presente.

Ante la incertidumbre, podemos batallar en contra de lo que ocurre, podemos resignarnos o bien aceptarlo.  Al luchar en contra, nos agotamos.  A lo que nos resistimos persiste.  Cuando se presenta ante nosotros lo que no habíamos previsto, podemos reaccionar rechazándolo, negándolo, empujando en contra, quejándonos y enojándonos.  Cuando vemos que ninguna de estas actitudes soluciona la situación, nos desesperamos e incluso podemos llegar a deprimirnos por la sensación de impotencia que se apodera de nosotros.  Todos nuestros intentos han fracasado y la situación de incertidumbre continúa. Otra opción es vivir sometidos a la realidad de lo que ocurre.  La resignación nos convierte en víctimas de las circunstancias y de las personas.  Nuestra voluntad queda en la sombra y nos permitimos ser marionetas de lo que va ocurriendo.

El modo más saludable de vivir la incertidumbre es aceptarla.  Eso significa que lo reconocemos, que nos damos cuenta de que quizás es duro y difícil.  Reconocemos lo que sentimos, que ahora no existen las respuestas o que quizá necesitamos ayuda.  La aceptación nos permite vivir sin angustiarnos con la duda de no saber.  Nos ayuda a esperar.

La espera abre a la puerta a la escucha y posibilita percibir qué pide de nosotros una determinada situación; encontrar la pregunta adecuada sin abandonarnos al impulso de forzar las situaciones. Con las preguntas creamos la realidad e influimos en las decisiones. Planteando interrogantes sabios podremos decidir con lucidez: ¿para qué estoy viviendo esto?,  ¿qué me está enseñando esta situación?, ¿qué puedo aprender de ella?, ¿qué sería lo más inteligente que puedo hacer aquí?, ¿para qué voy a intervenir?, ¿cuál es mi intención?

Si actuamos con la rigidez de que las cosas han de ser como habìamos previsto, empezamos a dar palos de ciego que no llevan a ninguna parte, o pueden incluso empeorar la situación.  Para conseguir salir del atolladero, necesitamos calmar la mente y dejar de pensar de forma atropellada.  Así surgirán ideas creativas y se aclararán las dudas.  Fortalecer la confianza y la actitud de «yo puedo», en lugar de nublar la mente con sentimientos de «soy incapaz».  En este paréntesis de espera podemos dejar que la vida fluya manteniendo el cuidado de uno mismo:  alimentarse bien, compartir con buenos amigos, hacer ejercicio y meditar. Alcanzamos la capacidad de vivir en armonía cuando nuestra acción se equilibra con la reflexiòn y se fortalece con el silencio.

Si vivimos la incertidumbre desde un espacio de confianza, iniciamos el camino hacia la soberanía personal.  No podemos ejercer un verdadero liderazgo sobre los demás ni sobre las circunstancias si no somos capaces de liderar nuestra propia mente, emociones y mundo interior.  Si queremos dormir y nuestras preocupaciones no nos dejan, si queremos hacer deporte pero no lo hacemos, si tenemos un cuerpo poco cuidado, si pensamos atropelladamente, esa falta de soberanìa personal y de cuidado nos impide responder con sabiduría ante los imprevistos.

Practicar la espera activa con atención plena.  Desde esa actitud evitamos que la situación nos hunda, más bien la observamos atentos y alerta.  Y acabaremos venciendo la inseguridad y actuando con todo el potencial interior: con la confianza en uno mismo y en los demás, con la intención de hacer lo mejor para todos.

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Vivir la ausencia

–  Alberto Sala Mestres

Las personas que han dedicado una etapa importante de sus vidas a cuidar a un enfermo suelen decir que, cuando desaparece, de pronto se sienten solas.  Sucede que habían moldeado su vida en torno a los cuidados del otro y se habían acostumbrado, incluso sin quererlo expresamente, a esa forma de vivir, acompañándole siempre.

Entonces, al surgir la ausencia más o menos vaticinada, más que un sentimiento de dolor o alivio, lo que experimentan es un inmenso vacío, un no saber qué hacer.  Quedan desconcertadas por un tiempo, más o menos largo, en función sobre todo de las posibilidades que se les ofrecen de volver a tener interés por las cosas que tuvieron que dejar de lado.

Le enfermedad compartida es una forma de sabiduría que nos sitúa en contacto con los demás y facilita el acercamiento a la realidad exacta de las cosas.  Cuando observamos en algunos jóvenes ese egocentrismo tan exacerbado y su fría dureza frente al sufrimiento de los demás, tenemos que pensar que no sólo es que han vivido poco sino que, sobre todo, no han tenido tiempo de experimentar el padecimiento propio y comprender el ajeno.

Si miramos a nuestro alrededor, veremos que existen personas que poseen una atrayente personalidad y que en muchos casos han sido marcadas por el dolor.  La búsqueda de algún sentido al sinsentido del sufrimiento provoca el desarrollo de un perfil humano más agudo y sensible.

En todo caso, no se trata de hundirse en la pena, sino de llegar a comprender que nuestra existencia como persona tiene un inicio que todos conocemos, y nos espera un final del que ignoramos tres interrogantes básicos:  ¿dónde? ¿cómo? y ¿cuándo?

La fe nos hace reflexionar y asumir que ese fin no es más que la antesala de lo prometido, y en nuestra modestia cristiana intentamos ser «santos» para merecer el premio.

Siempre nos quedará el consuelo, al recordar a quien ya no está con nosotros, de poder revivir con esperanza su memoria confiando en la alegría de un feliz reencuentro eterno.  Así sea.

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Alfred Hitchcock y sus prótesis robóticas (ficción)

  Óscar Cerdán Grande

En 1944 Alfred Hitchcock solicitó al Gobierno británico permiso para participar en el conflicto bélico que en esos momentos acontecía en Europa.  Su intención era rodar unos planos con sus propias manos.  El Ejército británico accedió, y le  proporcionó un suboficial y un médico por si se producía algún contratiempo.

El día señalado, Hitchcock, equipado con una cámara Boileau de 16 mm. y unos rollos de película de tres minutos, se internó en el campo de batalla.  Cuando había avanzado tan solo unos pasos, un artefacto detonó justo a su lado amputándole ambas piernas por debajo de la rodilla y el brazo derecho con el que sostenía la cámara.  Por suerte, el médico que los acompañaba pudo aplicarle rápidamente unos torniquetes que, sin duda, le salvaron la vida.  Un camión tipo Leyland le trasladó al Hospital militar más cercano donde lograron estabilizarle.

Su carácter inquieto le impulsó a solucionar cuanto antes el contratiempo.  Había descubierto unas prótesis robóticas que se ajustaban perfectamente a sus necesidades.  El problema surgía en que el laboratorio que las fabricaba era alemán.  Para el Gobierno británico era una vergüenza admitir la superioridad de Alemania en este campo, por lo que habían de mantener esta operación como alto secreto.  Inglaterra tan solo pudo aportar el recubrimiento de las prótesis con látex.

La siguiente película rodada por Hitchcock fue Recuerda (Spellbound) en 1945.  Es evidente en su argumento el trastorno que había sufrido el director.

En otras películas es más notorio aún.  En Yo confieso (I Confess) de 1953 se refleja el conflicto que supone tener que guardar un secreto, al igual que el personaje de Montgomery Clift, un sacerdote que se ve obligado a guardar un secreto de confesión.  En La ventana indiscreta (Rear Window) de 1954 rememoró su tiempo inmovilizado en la silla de ruedas antes de la operación.  Casi todas las películas posteriores al accidente reflejan de algún modo su experiencia.

En abril de 1956 hubo un encuentro entre Hitchcock y Grace Kelly antes de su boda con Rainero de Mónaco.  Aprovechando la fuerza que le proporcionaba la prótesis de la mano, HItchcock apretó con tal energía la mano de Rainero que le fisuró varias falanges.  Ese es el motivo por el que Rainero aparece en gran cantidad de fotos con la mano vendada.

Hubo un encuentro, en agosto de 1962, entre Alfred Hitchcock y François Truffaut para realizar el libro El cine según Hitchcock (Le cinéma selon Hitchcok).  En aquella entrevista Hitchcock le relató con todo detalle lo acontecido en el campo de batalla.  Pero no fue hasta 1966, estando a punto de publicarse el libro, cuando Truffaut recibió una llamada urgente del cineasta británico.  Le instaba a eliminar el capítulo en su integridad.  Hitchcock tenía asumido que el secreto sería revelado al mundo entero, pero la prudencia e insistencia de su mujer, Alma, le obligó a tomar esa decisión.

Truffaut tuvo que salir precipitadamente hacia la imprenta situada en la afueras de París.  Recorrió a la carrera un pasillo infinito llegando exhausto al taller para detener la orden justo cuando iba a comenzar la impresión de los primeros ejemplares.  Hubo que maquetear de nuevo el libro y la edición salió omitiendo el capítulo por completo.

En los rodajes y en su vida cotidiana todo transcurría con aparente normalidad.  Nadie a su alrededor, salvo su esposa, parecía notar la ausencia de sus miembros.  Su modo de andar no había cambiado mucho; después de la operación era incluso más natural que antes.  Las prótesis funcionaban a la perfección, a no ser por algunos chirridos que eran subsanados con aceite industrial al llegar a casa.

La llegada de los escáneres y el control de metales en los aeropuertos supuso un nuevo reto para el maestro del suspense.  Para poder evitar el control de metales ingenió un curioso modo de proceder.  Acudía al aeropuerto con unas latas de película que no habían sido reveladas.  Las latas no podían atravesar el escáner puesto que los rayos podían dañar la película expuesta.  El procedimiento a seguir en estos casos por parte del Departamento de seguridad de los aeropuertos era examinar las latas en una sala completamente a oscuras.

Hitchcock acompañaba al personal autorizado a la sala, allí se procedía a abrir las latas y únicamente con el sentido del tacto comprobar que el interior de las latas contenía realmente película cinematográfica.  De allí era acompañado directamente a la puerta de embarque, saltándose así tanto el escáner como el control de metales.  En alguna ocasión, debido a su fama internacional, le ofrecieron la posibilidad de acceder al avión sin necesidad de pasar las latas por el escáner, pero tal privilegio era rechazado por Hitchcock con su habitual flema británica.

Lo más curioso del caso es que nadie se ha preguntado nunca por qué, a partir de 1944, no existe ni una sola imagen de Alfred Hitchcock nadando ni jugando al volleyball.

Para evitar que se pudieran descubrir las prótesis, la versión oficial dice que Hitchcock fue incinerado.  Pero esto no es así.

En el año 2010 la empresa alemana situada en Augsburgo, responsable de las prótesis, solicitó al Gobierno británico la exhumación de los restos de Hitchcock para estudiar su estado tras el paso de los años.

Transcurrido cierto tiempo, recibieron una carta con el membrete de la Casa Real Británica.  La respuesta era tan breve como concisa:  No.

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¿De qué está hecha la voz que canta?

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       –  Gabriel Albiac

El clasicismo de un cantante se produce a partir de esa noche en la cual descubre que no es necesario ya cantar, que su sola presencia basta, a partir de ese instante en el cual ir diciendo las palabras de las que fueron canciones, pone más conmoción que los grandes artificios de los años de aprendizaje. Sólo entonces se sabe un maestro.  Y lo saben todos.  En sus silencios.

Es muy raro ese estado de gracia, que toca sólo a los más grandes en el final de sus vidas:  cuando cada pausa es más intensa que los sonidos.  Ha habido dos maestros absolutos en ese decir la canción.  Para hacerla perfecta.  Uno murió hace treinta años, octogenario: Sinatra.  El otro, Aznavour falleció hace pocos meses con 94.  Nunca, ninguno de los dos sonó mejor que en sus años finales: cuando sobra ya el soporte físico, porque todo es álgebra poética.

¿De qué está hecha la música, de qué la voz que canta?  De tiempo, de tiempo sólo, de ese tiempo en cuya fuga cifra su conmoción la fingida eternidad a la cual llaman los hombres poesía.  No, claro que lo poético en Aznavour no es el texto, aun en aquellos momentos en los cuales el texto alcanza en él dimensiones mayores.

La poesía es la voz que destruye el artificio, para jugar con la muerte al escondite, en ese punto en el cual cualquier adorno sería obsceno.  La poesía es ese silabeo, entre desdén y nostalgia del nonagenario, siempre de negro impoluto, demoliéndose el alma y demoliéndola, sin más que dejar caer un silabeo que rima el acoso del tiempo que no respeta nada, que no respeta a nadie.  «Hier encore» «Apenas ayer», era eso en quitaesencia.  Y, por serlo, era a ese hombre de noventa años, que la compuso hace sesenta, a quien correspondía -y no a aquel otro de treinta- darle el acento de eternidad de lo que pudo escapar del tiempo por no haber sido nunca criatura del tiempo.

En su versión de 1965, «La Bohème» era la epopeya del hombre todavía joven, que salta al éxito tras los durísimos años de sus inicios.  La cantaba un Aznavour pletórico de facultades y en cuya voz estalla la esperanza.  En 2015, «La Bohème» es la de verdad: elegía.  No la relamida de Puccini; la desgarradora de Henri Murger. Mediada la canción, Charles Aznavour ya no canta, habla más consigo mismo que con sus espectadores.

Sólo entonces, los que le escuchan saben que esa desolación habla de ellos.  De cada uno de ellos: frágiles criaturas del tiempo que no vuelve.

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2019 – Un año importante para Cuadernos de Pozos Dulces

–  Alberto Sala Mestres

En diciembre de 1994, un grupo entusiasta liderado por el Dr. Norman González Ferreira, con el apoyo del Dr. José María Granda, Rector de la Universidad De La Salle (La Habana 1957-1960), pensó en la oportunidad de una publicación que fuera el vínculo de unión entre los miembros de la Academia de Ciencias Económicas y Sociales Conde de Pozos Dulces, institución cultural fundada en 1955 en la habanera Academia De La Salle.  La publicación que tenía el nombre de Cuadernos de Pozos Dulces, contó con el apoyo inicial de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, donde se imprimieron y distribuyeron por correo mensualmente los primeros ejemplares.

Como sucede con todas las publicaciones, había que dotar a Cuadernos de un logotipo que lo identificara visualmente, y se decidió que sería idóneo reproducir la imagen de uno de los baluartes del Castillo del Morro ubicado a la entrada de la bahía de La Habana.  Los medios informáticos que existían hace veinticinco años eran muy limitados, y así de una forma pseudo artística se descompuso digitalmente la imagen para lograr el logotipo que apareció entonces en sombras negras sobre fondo blanco y que hemos utilizado siempre.  Puede verse supra la foto original a la izquierda, y el logotipo logrado artesanalmente para Cuadernos a la derecha.

En pocos meses la publicación se consolidó, y los lectores financiaron desde entonces con sus contribuciones tanto la edición como su distribución por correo.  Cuadernos fue a su vez quien convocó en Miami los Encuentros Pozos Dulces celebrados en 1998, 2002, 2006 y 2008, los dos últimos en el acogedor marco de la Casa Bacardí en Coral Gables, Fl., donde los académicos se reunieron posteriormente en 2010 y 2012.   En el período 1989-2012 se imprimieron y distribuyeron 32 números de Cuadernos, con 231 artículos de 102 autores diferentes.

La edición digital de Cuadernos de Pozos Dulces se inició en junio de 2012, y continúa desde entonces con la publicación de un artículo cada quince días, intervalo establecido con la intención de no agobiar a los lectores, que cada vez son más numerosos y nos envían periódicamente sus comentarios y sugerencias.

En este año del veinticinco aniversario, el Editor agradece a todos los lectores su constante apoyo, sin olvidar a todos los autores que han contribuido con sus escritos a que la publicación siga manteniendo el interés de quienes dedican su tiempo a leerla.

Alberto Sala Mestres, Editor.

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Cuadernos de Pozos Dulces no puede superar los cinco mil amigos en Facebook

Cuadernos de Pozos Dulces se aproxima a los 5,000 «amigos» en Facebook.  Las normas de la red social impiden que una página sobrepase esa cantidad.  Así, para mantener un margen adecuado, se revisará la lista con objeto de mantener a las personas comprometidas con los ideales lasallistas que dieron origen a la publicación.  Si este texto lo estás leyendo en Facebook eres parte de nuestra «familia».

La historia de Cuadernos comenzó con la edición impresa (1994-2012) que abarcó 32 números con 231 artículos de 102 autores diferentes, y se envío por correo, mejorándose con el  paso de los años la calidad de impresión y diseño.

En 2012 comenzó la edición digital en Internet, con la página actual de WordPress  Cuadernos en WordPress  que muchos lectores reciben directamente en su e-mail personal, y a la que también se puede acceder a través de Google y otros sistemas de búsqueda en Internet.

El paso siguiente, complementario del anterior, fue añadir en agosto de 2105 la publicación a Facebook, la red social que registra el mayor número de visitantes en Internet a nivel mundial.

Nuestra página permite acceder libremente a los contenidos de Cuadernos de Pozos Dulces a cualquier usuario de Facebook.  Ese sistema interactúa a través de los denominados «amigos» que, en el caso de Cuadernos de Pozos Dulces, se acerca actualmente a la cifra límite de 5,000 personas.  El número de «amigos» determina el índice de popularidad de cada página en la red social.

El perfil de nuestros usuarios en Facebook, en un porcentaje alto, se identifica con estudiantes universitarios que residen en América Latina.

Agradecemos a todos nuestros lectores en WordPress y Facebook su cordial acogida.

Alberto Sala Mestres, Editor.

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¿Por qué nos resultan tan atractivos los bebés?

–  Daniel Méndez

El mecanismo por el que el rostro de los bebés -y el de los cachorros de los animales-  acapara nuestra atención fue descrito hace décadas por el biólogo y etólogo de origen austriaco Konrand Lorenz (1903-1989):  kinderschema lo denominó.  O esquema del bebé:  una cabeza redondeada y grande con respecto al cuerpo, los ojos de gran tamaño, las mejillas redondeadas…  son algunos de los «ingredientes» que describió el científico, cuyo currículum no exhibe tan solo un Premio Nobel (1973) por sus descubrimientos, sino también una mucho más repudiable cercanía y colaboración con el régimen nazi.

Consciente o inconscientemente el esquema que describió Lorenz se ha empleado en ámbitos tan distintos como los dibujos animados / cartoons  (un curioso paper científico muestra cómo evolucionó el personaje de Mickey Mouse, redondeando paulatinamente sus formas para resultar más simpático y atractivo); o incluso en el diseño industrial:  BMW lo utilizó para diseñar los nuevos Minis.  No en vano se trata de un mecanismo que se activa no solo al contemplar a bebés humanos, sino a muchas otras crías del reino animal:  la misma proporción en las facciones se puede observar en gatos, leones, elefantes…

Recientes estudios dan un paso más allá:  no se trata tan solo de que los bebés nos entren por los ojos.  El olor y el tacto son tan importantes como la vista.  Su piel es suave y tiene un olor dulce irresistible.  «Los bebés nos atraen a través de todos los sentidos, lo que hace de su lindura [ los anglosajones escriben cuteness, derivado de cute (mono, lindo) ]  una de las fuerzas más básicas y potentes que definen nuestra conducta», indica el Profesor Morten Kringelbach, del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oxford.  «Desde un punto de vista evolutivo -afirma- se trata de un mecanismo de protección que asegura la supervivencia de unos bebés dependientes».  Además, este mecanismo se produce tanto en hombres como en mujeres, tengan o no hijos propios.

Otros estudios han demostrado que los adultos tienen preferencia por los peques más guapos:  pasan más tiempo mirándolos o tienden a darles a ellos un juguete antes que a otro menos agraciado.  Más sorprendente si cabe resulta el hecho de que los bebés entre tres y seis meses prefieren observar el rostro de un adulto bello frente a otro menos guapo, según demostró la psicóloga Judith Langlois de la Universidad de Texas.

Y, sin embargo, a tan corta edad los bebés no podían estar influidos por criterios sociales o culturales todavía.  Se trata de otro mecanismo evolutivo:  la belleza puede ser sinónimo de salud.  El cerebro de nuestros antepasados se armó de detectores biológicos para seleccionar a la pareja que más probabilidades brindase de que se perpetuasen los propios genes.  De nuevo, la selección natural.

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La evolución de la humanidad

Pedro García Cuartango

No hay una fecha precisa sobre la aparición del Homo sapiens del cual descendemos, pero los científicos consideran que hay huesos de hace 300,000 años que se ajustan a nuestra morfología. Por el contrario, sí hay sólidos indicios de que el Homo neanderthalensis desapareció hace 30,000 años.

Todavía no sabemos por qué el Homo sapiens fue capaz de adaptarse al entorno y sobrevivir frente a otras ramas de la Humanidad, pero lo que llama la atención es la lentitud de la evolución. Nuestros antecesores tardaron más de un millón de años en llegar a utilizar las piedras como instrumentos de doble filo para cortar y desgarrar.

Los cuchillos de sílex y el dominio del fuego fueron los dos hallazgos más importantes de la llamada prehistoria y todo el progreso tecnológico que disfrutamos hoy viene de esos dos descubrimientos fundamentales, que permitieron al hombre cazar, alimentarse, vestirse y cobijarse del frío. Y ese proceso tardó al menos un millón y medio de años, tal vez dos millones.

Las fechas son importantes porque el neolítico, caracterizado por el paso del nómada cazador a la agricultura, comenzó hace menos de 100,000 años, lo que supone una pequeña fracción de tiempo en esos dos millones de años de evolución humana. Y si avanzamos hacia el presente, la Revolución industrial se produjo hace dos siglos, lo cual no es nada en relación a la historia del hombre sobre el planeta.

Lo que estos datos ponen de relieve es la impresionante aceleración del cambio tecnológico que hemos experimentado las tres o cuatro últimas generaciones, que ha provocado que nuestro modo de vida no tenga nada que ver con el de nuestros abuelos.

Y no sólo han cambiado los instrumentos y las formas de producción. Se han transformado, sobre todo, la mentalidad y las costumbres. Vivimos en una sociedad mucho más plural en la que la capacidad de elegir es infinitamente superior a la de hace dos siglos.

Lo que caracteriza nuestro tiempo es la heterogeneidad de opiniones políticas, religiosas e identitarias, que han producido un enorme fragmentación social. Por así decirlo, la evolución se ha personalizado. En la Edad Media, sólo había vasallos, monjes y señores. Hoy cada individuo es un ser único.

Muchos de los males que nos aquejan vienen de esa vertiginosa transformación del mundo en la que, por primera vez en su historia, la evolución social y tecnológica va más rápida que la capacidad del hombre para adaptarse al entorno. Eso tendrá un alto coste que tal vez hemos empezado a pagar.

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Lourdes y el Hermano Victorino De La Salle

–   Alberto Sala Mestres

La mayoría de los candidatos a la santidad han tenido una devoción especial que les ha acompañado durante toda su vida. Algunos incluso lo incorporaron a su nombre al tomar los hábitos como sucedió, por citar sólo un ejemplo, a Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada (1515-1582) que adoptó para siempre el nombre de Teresa de Jesús con el que fue declarada Santa en 1622 y Doctora de la Iglesia Universal en 1970.

En el caso del Siervo de Dios Hermano Victorino De La Salle (1885-1966) desde muy joven expresó una singular devoción a Nuestra Señora de Lourdes, y en el transcurso de su vida dio un testimonio personal constante de esa devoción mariana, que se vio también reflejada en diversas manifestaciones públicas a lo largo de los años.

Así, cuando en 1928 se fundó en La Habana la Federación de la Juventud Católica Cubana, por iniciativa del Hermano Victorino, se escogió expresamente la fecha del 11 de febrero, aniversario de la primera aparición en 1858 de la Santísima Virgen María a Bernadette Soubirous (1844-1879) en la ciudad francesa de Lourdes.

Un detalle significativo tuvo lugar en julio de 1954 cuando, con motivo de la celebración del Año Mariano, varios federados (nombre con el que eran conocidos los miembros de la Juventud Católica Cubana) acompañaron al Hermano Victorino en su visita a la Basílica Menor de Lourdes, ocasión en la que se colocó una placa conmemorativa del veinticinco aniversario de la fundación de la Juventud Católica Cubana que se había celebrado el año anterior.  Puede verse en la actualidad esa placa situada a la derecha del altar mayor sobre el marco de la puerta que da acceso a Sacristía.

Hay que señalar que la Juventud Católica Cubana fue el movimiento laico más importante en la historia católica de Cuba, con más de 1,080 grupos, formados por un total que superaba en 1956 los 32,000 miembros, y que abarcaba en las diferentes ciudades y poblaciones, a los estudiantes, universitarios, obreros, fieles de las Parroquias y matrimonios, siguiendo las pautas del Hermano Victorino, quien se adelantó varías décadas en promover el protagonismo que tienen ahora los laicos en la vida de la Iglesia con el impulso del Concilio Vaticano II.

Otro episodio singular que contó con la iniciativa de Hermano Victorino tuvo lugar en 1958, con la construcción en La Habana de una réplica de la Gruta de Lourdes (ver imagen supra), realizada por el arquitecto Max Borges y ubicada en el lateral derecho de la Iglesia de Jesús Nazareno (conocida también popularmente como Iglesia de Santa Ana o Jesús de Miramar).  Se accede libremente desde la calle y recibe muchas visitas de cubanos y turistas extranjeros.  En su testamento, el Hermano Victorino expresó el deseo de ser enterrado, cuando las circunstancias lo permitan, frente a la Gruta y a los pies de la Virgen de Lourdes, cubierto por una lápida anónima.

Próximamente la Causa de Beatificación del Siervo de Dios Hermano Victorino De La Salle tiene una cita importante en Roma. El 15 de noviembre de 2018, una Comisión de Teólogos designada por la Congregación para las Causas de los Santos examinará la Positio (590 páginas) documento oficial que incluye además de los testimonios de los testigos que conocieron al Hermano Victorino, los principales aspectos de su vida y virtudes junto a sus escritos.

Pedimos a  todos los que conocieron en vida al Hermano Victorino y participaron en los movimientos laicos que impulsó, así como a la familia lasallista y a todos los lectores a que, en unión de oraciones, acompañen este proceso.

Oración

Señor Dios, que has prometido ensalzar a los humildes y que brillaran como estrellas en perpetuas eternidades los que enseñaren a muchos la justicia, dígnate glorificar a tu siervo Hermano Victorino De La Salle, trabajador incansable en la parcela de la niñez y de la juventud, haciendo que su nombre resplandezca entre tus santos.

Multiplíquense tus gracias, Señor, en favor de los fieles que te las piden, haciendo presente las virtudes que él practicó en la Tierra, y concédenos que algún día veamos a tu Santa Iglesia honrar su memoria y ofrecernos en él un nuevo modelo que imitar, y un nuevo protector que nos asista desde el Cielo, en los trabajos y aflicciones de esta vida, ayudándonos a conseguir la bienaventuranza eterna.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Nota:  Se ruega a quien obtengan favores o gracias por intercesión del Siervo de Dios Hermano Victorino De La Salle, que lo comuniquen en un breve mensaje dirigido a:  victorino@saintly.com

Puede verse más información en:   hacer click aquí  http://www.victorinodelasalle.org

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Aprender a equivocarse

–  Salvador Sostres

Juan tenía 19 años cuando por primera vez su madre le dejó el automóvil.  Fue al cine con unos amigos y de regreso a casa, en una carretera secundaria, tuvo un pequeño accidente y pese al cuidado con que había conducido, y la responsabilidad con que había intentado corresponder a la confianza de su madre, volvía con el automóvil abollado y el temor de la bronca que le caería de su padre.

Cautivo y desarmado se presentó en el salón de la casa con las llaves en la mano y el relato de lo sucedido, y su padre, mientras le escuchaba, se levantó para coger algo de la mesa, que eran las llaves de su propio automóvil, y se las entregó a su afligido vástago diciéndole:  «Ahora mismo vas a dar una vuelta y cuando te hayas dado cuenta de que sabes conducir perfectamente, vuelve».

El padre de Juan educó a su hijo en la confianza, en lo que esperaba de él, en el aplomo que todos necesitamos para superar nuestros accidentes, y nuestros errores, y crecer.  Conocí a Juan hace unos años y puedo atestiguar que aquella educación le sirvió para ser compasivo y valeroso, buen amigo y muy hábil para sacar lo mejor de los que le rodeamos.  Si en alguna medida les gusta lo que escribo, también a él tendrían que agradecérselo.

Seamos exigentes pero no nos cansemos de dar esperanza.  El relativismo es un cáncer y lo importante no es participar, sino ganar, pero las personas por las que merece la pena vivir suelen cometer los más deslumbrantes errores, y si no les diéramos otra vez las llaves viviríamos a  oscuras, sin su talento y sin su generosidad.

Hacerse hombre es aprender a levantarse, ir a por ellos porque somos lo que defendemos y, justo antes de que las furia nos ciegue, tener siempre piedad.

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¿Qué es la benedicencia?

–  Laureano López

La palabra benedicencia es la gran ausente del diccionario.  Si intentas escribirla en tu ordenador / computer en un documento de texto, inmediatamente te la corregirá cambiándola por beneficencia.  Si insistes, te la subrayará en rojo como un error.  Pero el verdadero error consiste en que existiendo el término que nos indica claramente el vicio  -maledicencia-, no aparezca el vocablo que indica la virtud.

La benedicencia radica fundamentalmente en hablar bien de los demás.  Sin embargo, no se limita sólo a eso.  Por un lado, esta virtud nos invita a silenciar los errores y defectos del prójimo; por otra parte, nos estimula a ponderar sus cualidades y virtudes.  Jesucristo nos exhortó a la vivencia de esta virtud cuando dijo a sus discípulos: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os odian, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen (Lc. 6, 27-28).  La enseñanza del cristianismo no sólo consiste en no odiar, no maldecir, no dañar.  Por el contrario, el Maestro nos invita a trabajar en positivo:  amad, bendecid, rogad.

Para vivir la benedicencia es necesario promover los comentarios positivos dentro de la familia.  Varios de los conflictos dentro de la familia surgen de alguna palabra hiriente, de frases irónicas o comentarios negativos, etc.  La influencia que recibimos de algunos medios de comunicación nos puede inducir a comportarnos de esta manera.  Basta encender la televisión para ver cómo se insultan los miembros de los distintos partidos políticos, cómo se exageran los errores y defectos de los demás.  El 90% de las telenovelas nos muestra cómo surgen las intrigas familiares, en muchos casos debidas a la mentira, a la calumnia y a la difamación.

Se puede crear un ambiente muy positivo si al llegar de la escuela los hijos, en lugar de criticar a sus maestros del colegio, comentaran aquello que han aprendido ese día de ellos.  Si la esposa recibe a su esposo, no con una queja por llegar tarde a comer, sino con un saludo cariñoso.  Si el esposo, al regresar de sus compromisos, comentase los proyectos que tiene en su trabajo y no los defectos que tiene su jefe o sus empleados.  Hablar bien no significa mentir, no significa adular, comporta más bien reconocer las cualidades y virtudes de los demás.

Es importante silenciar los defectos de los demás.  En algunos ambientes el chismorreo es la comidilla de todos los días.  Esta es la influencia que recibimos diariamente gracias a las «revistas del corazón» y a ciertos programas televisivos, que únicamente buscan ventilar las intimidades de los otros.  El hombre que domina su lengua es un hombre perfecto -nos dice el Apóstol Santiago-; al mismo tiempo, nos advierte que la lengua, aun siendo un miembro muy pequeño, puede ser fuego que incendia el ambiente o un veneno mortífero.  Y termina diciendo que no podemos con la misma boca bendecir a Dios y maldecir a los hombres (cf. St. 3, 1-12).

Si un día se quemó la cena o no estuvo a tiempo, podemos silenciar ese defecto y agradecer a la persona que la preparó.  Si mi hermano suspendió dos materias en el colegio, no tengo por qué ir pregonándolo a todo el mundo; más bien podría comentar las materias en las que le ha ido bien.  Y si no tengo nada bueno que decir, lo mejor es callar.

Silenciar los errores no significa «hacer la vista gorda», más bien estipula que se comente algo sólo con quien puede poner solución al problema.  No significa aprobar los errores y defectos:  se busca más bien combatir el error, pero al mismo tiempo conservar la buena fama de quien lo comete.

En una ocasión, un penitente se acusó de haber difamado a una persona.  El sacerdote le pidió que, antes de darle la absolución fuera al día siguiente con una almohada de plumas a la Iglesia.  Ese día subieron los dos al campanario y el sacerdote le pidió que destruyera la almohada y, al momento, las plumas se esparcieron por toda la ciudad.  El sacerdote le hizo ver que eso mismo sucedía con la difamación, ya que acababan de ver como las plumas no se sabía hasta dónde podían llegar y no había manera de detenerlas o de resarcirlas.  A partir de ese momento, después de la absolución, se comprometió a vivir todos los días la virtud de la benedicencia.

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La leyenda de La Giraldilla habanera

–  Lola Sedeño

El Castillo de la Real Fuerza, en La Habana, fue construido en el período 1558-1577 en la misma ubicación de una primitiva Fortaleza o Fuerza Vieja, edificada anteriormente durante el bienio 1538-1540, que fue destruida por el corsario francés Jacques de Sores en su ataque a la ciudad en 1555.

El Rey Carlos I de España había nombrado a Hernando de Soto (1500-1542) como Capitán General de Cuba y Adelantado de la Florida, confiándole en 1539 el mando de una expedición que explorara esa Península. Antes de partir designó a su esposa Isabel de Bobadilla (1505-1546) para que, durante la ausencia, desempeñara su mandato. Cuenta la leyenda que, con frecuencia, Isabel subía a un punto alto de la Fuerza Vieja con la esperanza de avistar algún barco que trajera por fin de regreso a su esposo. En el curso de su expedición, Hernando de Soto falleció a orillas del Mississippi en 1542.

En 1632, Juan Bitrián Viamonte, Capitán General de la Isla, encargó a Jerónimo Martín Pinzón una escultura en bronce que hiciera las veces de veleta para colocarla en la torre vigía añadida al Castillo de la Real Fuerza, rememorando la larga espera de Isabel de Bobadilla en ese lugar (no en el mismo edificio). La escultura que mide 100.5 cm / 39.56 pulgadas de altura, representa a una joven con vestido renacentista que porta en el pecho un medallón con el nombre del escultor; sostiene en su mano derecha una palma de la que sólo se conserva el tronco, y en su mano izquierda la Cruz de la Orden de Calatrava (1158), a la que pertenecía Bitrián Viamonte.

Durante siglos la veleta fue respetada por decenas de huracanes tropicales, pero en 1926 un ciclón la arrancó del pedestal y la hizo caer. Con posterioridad se realizó una copia que se ubicó en el mismo sitio, trasladándose la original al Museo de Bellas Artes y, años después, al Museo de la Ciudad.  Al inaugurarse el Museo del Castillo de la Real Fuerza, en 2008, la estatua original (ver imagen supra) fue colocada a la entrada del Castillo conservándose la réplica en la torre de la fortaleza.

La similitud de la función, y un cierto parecido vista a distancia con su homóloga sevillana, hicieron que se le conociera como «La Giraldilla». Actualmente es el símbolo de ciudad de La Habana, cuya fundación se remonta al año 1519.

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Hermano Victorino De La Salle: una vida «exagerada»

–  Rodolfo Meoli, fsc

Postulador de la Causa de Beatificación (Roma)

No vamos a referirnos aquí a una película del director Danny Boyle que se estrenó hace años con el título A Life Less Ordinary (en italiano «Una vita esagerata», ni de la denominada «vida exagerada» que describe la letra de una canción de moda en Italia.  Queremos evocar el paso por la Tierra de un hombre excepcional, una persona providencial que atravesó años difíciles en Francia y posteriormente en Cuba, en los Estados Unidos y en la región de las Antillas.  De las vicisitudes de su tiempo supo extraer frutos luminosos de santidad personal y dejarnos una valiosa herencia.

¿Por qué utilizo la expresión «vida exagerada»?  Simplemente porque el Hermano Victorino De La Salle llevó a cabo a lo largo de su vida tantas iniciativas, grandiosas y hermosas, que habrían podido llenar la vida de varias personas a la vez.

«Hay demasiados sabios, demasiados prudentes. Oh Dios, mándanos locos, envíanos hombres que se comprometan a fondo, que amen de otra forma y no sólo con palabras, que se entreguen verdaderamente hasta el fondo» (1).  El Siervo de Dios Hermano Victorino De La Salle cumple las expectativas que vislumbraba el entonces Monseñor Gianfranco Ravasi, actualmente Cardenal.

Como Hermano De La Salle, el Siervo de Dios siguió la estela del fundador del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, San Juan Bautista De La Salle (1651-1719), con su testimonio personal de fe y apostolado con los jóvenes y una dedicación plena y total adhesión al espíritu fundacional del Instituto:  «El espíritu de este Instituto es, en primer lugar, el espíritu de la Fe que debe mover a los que lo componen a no mirar nada sino con los ojos de la fe…  En segundo lugar, el espíritu de este Instituto consiste en el Celo ardiente de instruir a los niños y educarlos en el santo temor de Dios» (2).

El Hermano Victorino hizo suyo ese dictamen de la Regla de los Hermanos De La Salle obteniendo su máximo provecho personal porque «hacerlo todo con espíritu de fe» no es más que buscar la perfección de la vida del cristiano y, en consecuencia, la santidad, completada por el «celo ardiente» que sólo mira servir a Dios en el prójimo, que en el caso particular de nuestro Siervo de Dios son los jóvenes a quienes dedicó su vida.

Sus intuiciones se hicieron una realidad providencial que aportó un decidido impulso a la Iglesia católica en Cuba.  La trayectoria es significativa:  Asociación La Salle (1912), Conferencia de San Vicente de Paúl (1919), Revistas católicas «Blanco y Azul» y «Páginas» (1912-1919), Federación de la Juventud Católica Cubana (1928), Hogar Católico Universitario (1946), Equipos de Matrimonios Cristianos – Movimiento Familiar Cristiano (1953).  Todas ellas fueron iniciativas que tuvieron un enorme éxito y otorgaron una gran popularidad al Hermano Victorino.  Son innumerables los testimonios que podrían citarse y que exaltan sus capacidades creadoras dotadas de una fuerza arrolladora.

Algunas ideas que podrían considerarse como secundarias tienen su atractivo y contribuían a entusiasmar los corazones.  Por ejemplo, los jóvenes tienen un gran interés por la música, y ahí tenemos al Hermano Victorino que se transforma en músico y hacer surgir de su mente, en 1935, la entusiasta y marcial melodía del Himno de la Federación de la Juventud Católica Cubana con la letra del Dr. Julio Morales Gómez.

Es posible llegar a expresar un ideal gráficamente.  Fue también el Hermano Victorino quien diseñó en 1933 la bandera de la Juventud Católica Cubana, representada bajo el símbolo de la «estrella y la cruz».  La Dra. Teresa Fernández Soneira, autora de la más acreditada publicación sobre la historia de la Federación de las Juventudes de Acción Católica Cubana, tituló los dos volúmenes de su libro «Con la Estrella y la Cruz» (3).

Las referencias sobre su vida que hemos indicamos pensamos que son suficientes para captar en su conjunto la personalidad del Siervo de Dios, así como su vocación, orientada a la santidad personal pero dirigida especialmente a la difusión del mensaje cristiano en Cuba, buscando el verdadero bien de los cubanos, su crecimiento espiritual, la toma de conciencia de la dignidad y de la belleza de ser cristianos, según lo expresa San León Magno (c.390-461):  «Agnosce, cristiane, dignitatem tuam».

Los reconocimientos que tuvo en vida:  Doctor «honoris causa» Universidad Católica de Santo Tomás de Villanueva, La Habana (1951); Cruz «Pro Ecclesia et Pontifice» (1953) concedida por Su Santidad el Papa Pío XII; «Croix de la Légion d’Honneur», Francia (1955); y el gran pesar del que la prensa se hizo eco tras su fallecimiento en 1966, constituyen el mejor reconocimiento de su gran labor apostólica.  Podemos decir que el Hermano Victorino forma parte, de pleno derecho, del elenco de grandes cubanos; su obra se asemeja, con sus características propias, a la de San Antonio María Claret, el Beato José Olallo Valdés y el Venerable Padre Félix Varela Morales.

En 1990 un grupo numeroso de personas que había conocido al Hermano Vidtorino organizó una Comisión Coordinadora para promover su Causa de Beatificación, y el 8 de septiembre de 1999 S.E. Mons. Roberto González Nieves, Arzobispo de San Juan (Puerto Rico), ciudad en la que había  fallecido el Hermano Victorino el 16 de abril de 1966, presidió la ceremonia de apertura de la Causa.

Terminada la fase diocesana, la Causa de Beatificación continuó en Roma donde, en 2015, se concluyó la redacción de la Positio (documento de 590 páginas que recoge la documentación necesaria) que será examinado el 15 de noviembre de 2018 por una Comisión de Teólogos designada por la Congregación para las Causas de los Santos.  Su esperada decisión positiva declararía Venerable al Hermano Victorino.  Para lograr que sea Beato será necesario un milagro estudiado por los médicos y aprobado por los teólogos.

Esperamos que ese día glorioso no tarde en llegar teniendo en cuenta que el Hermano Victorino De La Salle en toda su trayectoria, y en todos los lugares donde las circunstancias lo condujeron, logró promocionar vocaciones vitales y sugerir experiencias de fe que produjeron resultados sorprendentes, como lo demuestran las más de doscientas vocaciones sacerdotales y religiosas surgidas del movimiento católico que fundó en Cuba, así como la persistente fama de persona inspirada y santamente comprometida que aún le rodea.

(1)  Gianfranco Ravasi, Mattutino, en Avvenire, 24 de septiembre de 1993.

(2)  Reglas y Constituciones de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, Roma, 1953, Cap. II, 2.

(3)  Teresa Fernández Soneira, Con la Estrella y la Cruz, Historia de la Federación de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Vols. 1 y 2, Ediciones Universal, Miami, 2002.

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Mi maestra de lengua y literatura me enseña canciones y a mis padres les parece una pérdida de tiempo

–  Laura Sala Sedeño

Entró indignada en el aula, puntual a su cita de tutoría conmigo. Indignadísima porque yo, maestra de Lengua y Literatura, le estaba enseñando a su hijo de 12 años una canción cada quince días y le pedía que la cantara y la analizara. Indignada porque «estaba perdiendo el tiempo con canciones en vez de trabajar». Más indignada aún porque en algún examen pregunté por la canción que habíamos aprendido, pidiendo que relacionaran la letra con el contexto social donde vivían. Preocupadísima porque no estábamos haciendo suficiente análisis sintáctico, que entra en Selectividad (señora, su hijo tiene aún 12 años, tendrá tiempo de hartarse a hacer análisis sintáctico).

En ese momento no supe responderle con argumentos basados en investigaciones científicas, psicológicas y sociales porque, por aquel entonces, aún no había estudiado en profundidad los beneficios de las canciones, pero mi lógica y sensibilidad me hacían creer firmemente en lo que hacía (eso, y mis estudios universitarios). Mediante las canciones les enseñaba cultura, analizábamos sentimientos –que tanta falta hace en un mundo insensibilizado hasta tal punto que la gente sigue comiendo mientras ve decapitaciones en las noticias de las tres de la tarde-, la rima, el contexto social, la historia del cantante, las profesiones involucradas en la creación de una canción comercial… etc. Y sí, señora, todo eso dentro del área de Lengua y Literatura. Porque el vocabulario es “Lengua”, el uso del idioma en la música es “Lengua”, la redacción de una biografía de un cantante es “Lengua”, así como otras muchas actividades de “Lengua” que tengo la oportunidad de crear mediante el estudio de una canción.

Ahora, desde la calma y la serenidad, después de estudiar a fondo el uso de la canción en el aula, le voy a explicar, señora, los motivos por los que aprender canciones en la escuela es un lujo, una herramienta de gozo de la cultura y un regalo que la maestra de su hijo le hace seleccionando la canción idónea para el momento justo en que él y sus compañeros necesitan ponerle voz a lo que piensan y sienten. Y si esa voz va acompañada de música, pues mucho mejor. Siéntese, señora, y lea.  

Existen varias teorías sobre como el Homo Sapiens desarrolló el lenguaje. Las teorías de la continuidad afirman que el lenguaje evolucionó gracias a los sistemas prelingüísticos como la capacidad para imitar, cantar y tararear sonidos musicales presentes en la naturaleza, como el canto de los pájaros. Pero no hace falta remontarse a los tiempos del Homo Sapiens: los bebés comienzan a balbucear imitando sonidos y melodías, desarrollando de este modo los músculos necesarios para la articulación de palabras. En cuanto a las raíces psicológicas, la canción puede reemplazar el habla afectiva de la que carecen niños y adultos en contextos sociales marginales, como orfanatos o situaciones de soledad prolongadas, y su presencia constante en nuestro día a día hace que sean piezas literarias fáciles de recordar que nos permiten trabajar la memoria a corto y largo plazo sin apenas ser conscientes del esfuerzo.  Como ve, madre preocupada, las canciones nos han acompañado desde el inicio de nuestra especie hasta hoy, en muchos casos calmándonos las lágrimas de algún disgusto.

La utilidad de la canción interesó al mundo de las Ciencias Sociales. Lingüistas y pedagogos esenciales en el estudio de la evolución de los niños, como Piaget, Chomsky o Krashen, también teorizaron sobre la importancia de la canción en el desarrollo del ser humano. Para Piaget, cantar es un ejemplo del lenguaje egocéntrico del niño, es decir, de cuando éste habla solo, sin importarle no tener audiencia o interlocutor, y que le permite organizar sus ideas y su discurso. Krashen relaciona la repetición involuntaria que se hace al tararear o cantar fragmentos de una canción con el dispositivo natural de adquisición del lenguaje que tanto defendió Chomsky, quien tras numerosos estudios concluyó que los humanos tenemos una propiedad intrínseca para repetir lo que escuchamos con el propósito de darle sentido. Una vez más le demuestro, señora, que las canciones forman parte de la vida de la gente desde que nace, y es bastante ilógico no aprovecharlo en beneficio de la educación del individuo.

Las canciones son un recurso educativo de gran valor, pues engloban una amplia variedad de literatura que ha sido y sigue siendo transmitida de forma oral, hasta tal punto que Zumthor las considera “poesía popular”, pues su principal objetivo es disfrutar del sonido de las palabras. Dentro de la literatura infantil, la poesía tiene una presencia espontánea gracias a las canciones que suelen incluir aspectos de creatividad poética como estrofas, evocación de ideas a través de las palabras, lenguaje metafórico o rimas. Además, el contenido de las canciones permite el desarrollo de la creatividad, pues se pueden inventar movimientos, gestos y bailes acordes con la letra, crear material adicional para interactuar con la canción, o incluso representar la canción como si de una obra de teatro se tratase. Parece ser, señora, que usted  también considera las canciones como un recurso educativo, pues quiero pensar que le ha cantado alguna vez a su hijo, que le ha enseñado algún juego de manos como los “Cinco Lobitos” o que se le ha podido ocurrir hablarle de la canción de Ana Belén que dice: “(…) libertad, libertad, sin ira, libertad. Guárdate tu miedo y tu ira porque hay libertad…” como hizo mi madre para explicarme la transición cuando aún no sabía ni lo que era ETA.

Aunque todos estos motivos me parecen suficientes para justificar el uso de la canción en el aula a cualquier edad, existen razones pedagógicas y metodológicas que apoyan su uso en contextos educativos. Brewster, Ellis y Girard redactaron una lista de seis razones por las cuales los maestros deben usar las canciones en sus clases, independientemente de la asignatura que impartan:

1. Añaden variedad al contexto educativo.

2. El ritmo de la clase cambia y aumenta la motivación.

3. Los alumnos practican patrones de lenguaje y vocabulario sin ser conscientes de ellos.

4. Se trabajan las habilidades de escucha, el tiempo de atención y escucha activa y la concentración.

5. Se promueve la participación activa de los alumnos, dotando de más confianza a los tímidos o inseguros.

6. La comunicación entre los estudiantes y entre el profesor con la clase aumenta, así como la variedad de actividades que se pueden crear en torno a la canción elegida.

Una canción bien elegida, adecuada a la edad y a las necesidades educativas y afectivas del alumnado, con una buena programación de actividades y teniendo siempre en cuenta el objetivo de alcanzar las competencias marcadas por el currículo educativo (leyes, decretos, órdenes, etc), es una herramienta fantástica para la educación de su hijo, señora.

Y además, yo que soy muy reivindicativa con la sociedad, las formas y la ética, pues me tomo la molestia de buscar canciones que le remuevan el pensamiento y las ideas sobre el respeto a los animales – ¿le suena la canción “(…) amigo Félix, cuando llegues al cielo, amigo Félix, hazme sólo un favor (..)” dedicada a Félix Rodríguez de la Fuente?-, la justicia social, el reciclaje, los accidentes de carretera -¿sabía que Alejandro Sanz, en sus inicios, tiene una canción perfecta sobre un accidente de tráfico que dice: “(..) Porque no habla, no entiendo. Hace un momento me iba diciendo no corras tanto que tengo miedo. La ambulancia volaba (…)”?-, y muchas más ideas que me permiten educar a mis alumnos y sí, tranquila señora, enseñarles “Lengua”.

Por favor, confiad en el criterio de los maestros, que si bien hay algunos (pocos) que están amargados y no tienen ganas ni de coger la tiza -o el lápiz de la pizarra digital- la gran mayoría de profesores nos desvivimos por formar, educar, y preparar a vuestros hijos, le echamos corazón a cada actividad, y trabajamos muchas horas que no veis buscando, elaborando y replanteando actividades y metodologías para hacer de nuestros alumnos buena gente, a poder ser culta y productiva, pero sobre todo buena gente.

La música es educación, señora.

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El Ganges, un río moribundo

–  Gloria Crespo McLennan

El río más importante de la India agoniza, anegado por los vertidos industriales y aguas residuales, aunque los peregrinos hindúes creen que el río Ganges lo purifica todo.

Por las corrientes del Ganges (2,515 kilómetros / 1,569 millas de longitud) corre el polvo de cientos de cuerpos cremados.  El fotógrafo italiano Giulio Di Sturco (n. 1979) [ver imagen del Ganges supra] recorrió durante ocho años este río sagrado de los hindúes, desde el nacimiento en el Himalaya hasta alcanzar su desembocadura en Bangladesh.  Su caudal sirve de sustento para millones de personas y crea uno de los ecosistemas más variados del mundo.

El respeto por el Ganges forma parte de la identidad india, de su cultura y civilización, pero ello se ve amenazado por su alarmante grado de toxicidad.  Madre Ganga (su personificación femenina mitológica) se muere.

Con el fin de salvarlo, un tribunal de la India concedió recientemente el estatus legal de persona al río y a su afluente principal, el Yamuna, otorgándoles los mismos derechos, obligaciones y responsabilidades que un ser humano.  Ahora contaminarlo y ensuciarlo equivale a agredir a una persona.

Igual que las aguas pierden su esencia, el color se desvanece en esta visión de la India.  Los paisajes y sus pobladores quedan envueltos en una extraña atmósfera, desasosegante, que pone énfasis en la urgencia por recuperar este río moribundo.

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Cuadernos de Pozos Dulces, sexto aniversario

Cuadernos de Pozos Dulces celebra el sexto aniversario de nuestro blog Cuadernos

En los seis años de presencia en Internet se han publicado 144 artículos (aproximadamente un artículo cada quince días para no abrumar a los lectores) de 92 autores diferentes. En el transcurso de esos años, los lectores han escrito 331 comentarios al pie de los artículos.

Un total de 143 personas reciben directamente en su e-mail los artículos mediante una sencilla suscripción gratuita y segura. Para suscribirse sólo hay que incluir el e-mail personal en el recuadro en blanco de nuestra página de portada (hacer click en Cuadernos ) que se encuentra ubicado al final de la lista de los artículos publicados durante el año. La suscripción se confirmará respondiendo afirmativamente al mensaje que se recibe minutos después en el e-mail que se haya indicado.

También, a través de Twitter, 55 seguidores acceden puntualmente a todos los artículos.

Desde agosto de 2015, Cuadernos dispone en Facebook de una página propia, donde ya se han registrado cerca de 5,000 «amigos» que pueden visualizar y leer, si lo desean, todos los artículos que se publican. El número real de nuestros lectores en Facebook no se refleja en las estadísticas que recibimos de esa red social y sólo podemos identificar, por sus perfiles, que un porcentaje significativo son universitarios de países de América Latina.

Se han recibido en estos seis años más de 24,600 visitas de lectores en nuestro blog en Internet que residen principalmente en los Estados Unidos, México, República Dominicana, Colombia, Puerto Rico y Argentina. Esos datos consolidan, por sexto año consecutivo, a Cuadernos de Pozos Dulces como la publicación lasallista más destacada en su género en la región de las Antillas.

Queremos reiterarle a todos nuestros lectores el compromiso de continuar con nuestro propósito de ofrecerles artículos de diversas materias, y autores diferentes, que despierten su interés.

Les recordamos que pueden incluir libremente, siempre que lo deseen, comentarios y sugerencias al pie de los textos publicados. Nos gustaría recibir también la colaboración de quienes deseen publicar sus textos, que pueden enviarse directamente a nuestro correo electrónico pozosdulces@post.com

Muchas gracias a todos.

Alberto Sala Mestres, Editor.

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Las monedas de la Fontana di Trevi (Roma)

Lorena Pacho

Todos los días, prácticamente a cualquier hora, hay un turista en Roma lanzando una moneda a la Fontana di Trevi [ Nicola Salvi – Giovanni Pannini (1732-1762) ]. La mayoría lo hace como manda la tradición: de espaldas al monumento, con los ojos cerrados y formulando un deseo. Algunos piden volver a la Ciudad Eterna, otros encontrar el amor y muchos, sencillamente, algún anhelo fortuito. Entre todos, dejan bajo el agua una fortuna. El tesoro se encuentra actualmente asignado a Cáritas, la organización de beneficencia de la Iglesia católica.

Entre todos los atractivos de Roma, la Fontana di Trevi es uno de los más populares. Según datos del Ayuntamiento, recibe unas 450,000 visitas al mes de media y alrededor de 1,200 personas se detienen cada hora frente a ella en los momentos de máxima afluencia.

Cuando pasa la marea de turistas y curiosos, de madrugada, mientras Neptuno y sus hipocampos se desperezan en soledad, operarios del Ayuntamiento de Roma recogen el botín con un aspirador. La última recaudación anual ascendió a una cifra cercana al millón de euros (lo que supera ligeramente el millón de dólares).

El botín que cada año sale de la Fontana di Trevi se traduce en camas de albergues para las personas sin hogar; comidas y cenas en comedores sociales; mantas para quien duerme en la calle o ropa y productos de primera necesidad para indigentes. Cáritas mantiene en la capital una red para ayudar a las personas en riesgo de exclusión social. Entre ellas destacan los llamados supermercados de la solidaridad, en los que las personas sin recursos pueden hacer la compra de forma gratuita; centros de formación para desempleados; espacios de atención para personas mayores o asistencia sanitaria a domicilio para enfermos de Sida / VIH.

El uso que se dará a las próximas recaudaciones es incierto. Desde hace unos meses el Ayuntamiento de Roma y la identidad benéfica de la Conferencia Episcopal italiana analizan este tema, ya que el Ayuntamiento se está planteando destinarlo a otros fines a partir de 2019. De momento Cáritas y el Consistorio mantienen encuentros para buscar una solución y ambos han rechazado hacer declaraciones hasta que la decisión sea definitiva.

Algunos prefieren la caridad a la Administración pública. «Si se sabe que va a Cáritas, está bien» afirman dos turistas después de echar sus monedas a la Fontana siguiendo el rito habitual.

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Nuestro péndulo emocional

–   Ferran Ramon-Cortés

La asertividad representa la habilidad de decir las cosas de forma que lleguen a los demás apropiadamente.  Que se exterioricen de forma clara y al mismo tiempo respetuosa, evitando que la otra persona se sienta agredida.  Se trata de elegir el momento oportuno, el tono adecuado y el ritmo justo para expresar que queremos o necesitamos decir.

Como habilidad, se encuentra en el punto intermedio entre dos actitudes:  la pasividad (cuando no nos atrevemos a decir las cosas);  y la agresividad (cuando las decimos hiriendo a los demás).  Todos tenemos nuestra particular forma de vivir la asertividad entre estos dos extremos.  Pero lo verdaderamente relevante es que este sistema se mueve como un péndulo:  si  nos comportamos de manera pasiva, nos vamos cargando emocionalmente, de manera que, cuando finalmente hablamos, nos vamos al otro extremo y resultamos exageradamente agresivos.

Así funciona el llamado péndulo asertivo, que explica las salidas de tono que algunas veces tienen personas que sabemos razonables y ponderadas, y que un día nos sorprenden con una belicosidad desproporcionada.

Si nos callamos las cosas porque no encontramos la manera o el momento de decirlas, estamos inevitablemente cargando el péndulo.  Y tarde o temprano se soltará y pasaremos a la agresividad.  Controlar el efecto péndulo es difícil; una vez lo hemos cargado, detenerlo en el centro (entendido como la asertividad pura) supone un ejercicio titánico de autocontrol que raras veces seremos capaces de llevar a cabo.

Para no caer en los extremos, prácticamente sólo hay una solución:  decir las cosas enseguida en vez de callárnoslas.  Porque, si las soltamos a la primera, todavía no habrá carga emocional y seremos capaces de mantener el tono asertivo.  Si por el contrario vamos aguantando y guardándonos dentro disgusto tras disgusto, cuando nos decidamos a manifestarlo probablemente acabaremos siendo víctimas de nuestras emociones.

El péndulo también actúa (aunque es menos evidente) en el sentido contrario:  cuando somos sistemáticamente agresivos diciendo las cosas, acabamos provocando el enfado de los otros.  Si nos hacen ver esa reacción por nuestra parte, entonces optamos por no decir nada más, callarnos las cosas y mostrarnos pasivos.

A casi nadie nos gusta mostrarnos agresivos y cuando lo hacemos somos los primeros en pasarlo mal.  Tener en cuenta este efecto péndulo nos puede ayudar a ser más conscientes de la necesidad de decir las cosas a la primera, sin guardárnoslas dentro.  Y si la agresividad es nuestra pauta, es importante tomar consciencia del impacto de nuestra comunicación en los demás.

Hablar a tiempo permite mantener el tono de la expresión y, a la larga, evita quebraderos de cabeza.  Observar como sienta lo que decimos nos ayudará a encontrar el matiz adecuado.

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Osvaldo Morales Mustelier fsc (1924-2018) – Un hombre bueno

–  Luis Franco Aguado, fsc

Un hombre es bueno cuando es honrado, sincero, auténtico, digno de confianza.  El Hno. Osvaldo Morales era así, como un jarrón vacío a través del cual Dios se manifestaba, se hacía cercano a  niños, adolescentes, jóvenes y adultos.  Y, además, era un hombre de conciencia, por eso la bondad le seguía como una sombra, y de alguna manera se puede decir que se convirtió en su modo de ser.  Pocas personas como el Hno. Osvaldo han puesto en práctica  la bondad humana a través del ejercicio diario de los valores morales.

Buena persona es «quien de verdad quiere serlo» y, en ese sentido, podría decirse que a él le sobró vocación.  Siempre tuvo una fina sonrisa de comprensión e indulgencia para las debilidades humanas, y la cercanía para quienes necesitaban de sus consejos y su ayuda.  ¡Tiene mérito ser así a los 93 años!

También es verdad que el Hno. Osvaldo era un hombre de certezas, pero en el fondo de su alma estaba convencido de que la verdad de hoy se hace con renuncias a las verdades de ayer y de mañana…;  justamente por eso era un hombre bueno.  En los últimos años de su vida pasó gran parte de su tiempo «acompañando vidas», muchas de ellas deshilachadas, en su Cuba querida, sobre todo en ese Santiago de Cuba que llevaba tatuado en lo más profundo de su corazón.  Allí encontró, hasta mimetizarse con ella, la buena sombra de la Virgen de la Caridad del Cobre, la mejor entre las sombras.

Y, junto al buen Hermano De La Salle y la buena persona el buen amigo.  La amistad  es la más libre y la más gratuita entre todas las vinculaciones que se puedan establecer entre las personas.  Decía Aristóteles que en la amistad se concreta la inteligencia, la libertad y la dignidad del hombre, teniéndola por «lo más necesario para la vida».  Y es que la amistad consiste, cuando se reduce a su quintaesencia, en dejar que el otro sea lo que es y quiere ser, ayudándole delicadamente a encaminarse hacia lo que debe ser.  Sabedor de todo ello, el Hno. Osvaldo Morales Mustelier trató de cosechar con paciencia campesina las espígas de las que se alimenta la amistad:  la benevolencia, la beneficencia, la benedicencia y la confidencia.  Fue el caminante que hizo camino al andar; el romero que solo llevaba a cuestas un zurrón repleto de bondad para descargarlo en las posadas de la amistad y dar cuanto tenía o hacía, también lo que era.  Quizás nunca la pronunció, pero seguramente sentía como suya aquella frase que un día escribió en un relato  Álvaro Pombo:  «Yo soy mi corazón y tú también».  Nadie sabe cuántas palabras caben en el silencio del amigo.

Muchos nos hemos quedado atrapados en la tela de araña de su ausencia.  Han pasado apenas unos días, no se han escrito obituarios ni elegías de quien tan solo fue -nada más y ¡nada menos!- que un buen Hermano De La Salle, un hombre bueno.  Creo que a su tumba tardará en llegar la sentencia implacable del olvido, la que nos convierte a todos en verdaderos muertos.  Si, como asegura Emilio Lledó, «somos necesariamente en el otro y cuanta más memoria guardan los demás de nosotros más somos», entonces el Hno. Osvaldo aún está entre nosotros, aún sigue vivo.  Para muchos, ha resultado muy duro seguir moviendo el corazón todos los días casi cien veces por minuto sin su ayuda, pero la huella de su voz cordial, de su palabra comprensiva, no se ha borrado de su memoria, de sus amigos, de su hermana María, de su familia religiosa, de todos aquellos con los que supo hacer la pequeña gran historia de cada día.

Ahora seguimos necesitando oír el susurro de su voz bajo ese disfraz de caracola que un buen día parece que encontró en el rodar de la vida.  Ese susurro a muchos nos ha ayudado a entender el mundo por lo sencillo, por la grandeza de las pequeñas cosas:  el trabajo bien hecho, el apretón de manos que siente el corazón, la palabra dialogada e interpretada en el otro, el ser condoliente con el que sufre, el tratar de dar amor -nunca la ira- siempre que se pueda… y, cuando la ocasión sea propicia, regalar sonrisas y no malhumorarse con demasiada frecuencia.

Definitivamente el Hno. Osvaldo fue un «hombre bueno».

Supo a lo largo de su dilatada vida celebrar las virtudes de los otros, de muchos a los que nadie valoraba.

Su apariencia podía hacer que, de partida, sintieras el aleteo de mariposas en el estómago, pero con el tiempo ese aleteo se desvanecía, y la risa afloraba como fuente recién nacida.

Le gustaba tener la razón, pero estaba dispuesto a ir mano a mano contigo y hacerte saber cuándo estabas siendo difícil o cuándo estabas viendo el mundo con tus lentes de poeta.

Sabía respetar a los que acudían a él, incluso cuando no tenían razón, cuando la emoción no les permitía descubrir el camino correcto… y entonces, sobre todo entonces, nunca caía en la tentación de manipular tus sentimientos.

Cuando se dialogaba con él, uno´tenía la sensación de que era alguien en que se podía confiar.  Le decías cosas y él no las repetía.  Te equivocabas y pedías perdón y él realmente lo dejaba ir…

Era el primero en admitir que no sabía todo acerca de la vida, pero eso no le impedía ser empático  El hecho de que no le tocara enfrentar los mismos desafíos ni problemas que tú, no significaba que para él fueran menos importantes.

En fin, el Hno. Osvaldo supo predicar con el ejemplo.  Ésa fue una de sus mayores virtudes.  Sabía bien que de nada sirve dar discursos profundos, motivadores, que les lleguen a las personas, si luego, de manera incongruente, no los practicas.  Con su ejemplo, supo ganarse el cariño y el respeto de aquellos con los que se cruzó a lo largo de sus 93 años…  porque cuando fue necesario se arremangó las mangas, y demostró el coraje y la pasión que eran necesarios para mover, sobre todo los corazones.

Quiero concluir con aquel pensamiento que se le atribuye a Bertolt Brecht:  «Hay hombres que luchan un día y son buenos.  Hay otros que luchan un año y son mejores.  Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.  Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles».  El Hno, Osvaldo era de los imprescindibles, por eso alcanzó el cielo, porque no tenía miedo a volar.

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La importancia de disfrutar en familia

–  Susanna Tamaro

En la base de la desesperación actual (esta desesperación densa, destructiva, que adopta cada vez más el rostro de la depresión, de las ideas fijas y de los ataques de pánico) se encuentra una pérdida total del carácter diverso de la condición temporal.  Si nuestro tiempo, el tiempo de nuestra vida, lo empleamos sólo en el consumo, en las posesiones materiales, en el hecho de estar continuamente distraídos por reclamos que nos definen por el mero hecho de la posesión; y si, mientras, la vida irrumpe de repente en esta rutina con sus distintas facetas (la de la enfermedad, la de lo imprevisto, la de la muerte), nos vemos víctimas de una dolorosa perplejidad.  No sabemos cómo hacer frente a lo que se nos viene encima porque hemos perdido la capacidad de reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia y sobre sus complejidades.

Hace apenas unos días, me encontraba yo hablando con una amiga.  Y ella me contaba que su marido y ella habían tomado la decisión de apagar todos los aparatos electrónicos que hay en su casa un día a la semana.  Nada de ordenador, nada de televisión, nada de videojuegos, y nada de Wii u otras consolas,  «Y los niños, ¿cómo han reaccionado?», le pregunté con cierto miedo.  «Ellos están encantados, no ven la hora de que llegue el sábado para hacer cosas todos juntos.  Jugamos al Monopoly, a las cartas, nos inventamos pasatiempos increíbles.  En cuanto termina un sábado, están deseando que llegue el siguiente».

Siempre he creído que uno de los grandes problemas que tienen las relaciones actuales entre padres e hijos es el poco tiempo que pasan juntos.  No me refiero a las horas que transcurren en los centros comerciales o, de manera pasiva, delante de la televisión.  Estoy hablando del tiempo que se emplea en hacer algo verdaderamente en común.  Del tiempo que un padre o una madre y sus hijos utilizan para jugar, para inventar, para emplear las manos en un proyecto.

Sólo este tiempo «dedicado» nos permite construir una relación auténtica y profunda con nuestros hijos y dejarles en herencia una verdadera memoria compartida.  Porque esos sábados y esos domingos destinados al puro placer de estar juntos quedarán para siempre, como un oasis de paz, en sus recuerdos.  Serán para ellos un oasis de gratitud por la dedicación exclusiva de sus padres en esos momentos privilegiados.

Y, lo que es casi más importante, ese tiempo empleado en familia les capacitará para, a su vez, saber proponerles un espacio compartido a sus propios hijos.  «¿Te acuerdas de nuestras partidas de Monopoly?».  ¿Recuerdas cuando Papá se empeñaba en hacer papiroflexia y al final arrugaba todo el papel y lo tiraba a la basura mientras los demás nos reíamos?».

Educar quiere decir, entre otras cosas, facilitar a nuestros hijos unos recuerdos excepcionales.

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El origen del traje masculino

–  María Luisa Funes

Europa es la responsable de que actualmente podamos ver a presidentes de países tan distintos como los Estados Unidos, Rusia o China saludarse vestidos con trajes idénticos:  chaqueta y pantalón oscuros, camisa blanca y corbata.  Es un símbolo de conformidad, de acuerdo con las normas establecidas por Occidente.

El traje de chaqueta masculino fue uno de esos inventos paneuropeos que son tan poco frecuentes, ya que su creación tuvo influencias directas durante varios siglos de países como España, Francia, Inglaterra y los Países  Bajos.  En el caso de España, aportó el color negro y la chaqueta; Holanda, la camisa de hilo blanco; Francia, los pantalones largos y los ingleses perfeccionaron la combinación y la hicieron oficial.

Un cambio importante en la difusión de la moda tuvo su base en la sociedad industrializada:   la revolución industrial hizo que el hombre renunciase a los avances del juego de la moda, adoptando la mentalidad «protestante» y dejando a la mujer el rol de aficionada a la ropa.

Esa austeridad se unió al color negro, tan utilizado por la Corte española desde la época de Carlos I (1500-1558) y Felipe II (1527-1598).  La afición de los monarcas españoles por ese color no fue casual:  tenían tantos  familiares, que debían guardar luto por la muerte de algún pariente con mucha frecuencia, lo que les hizo adoptar el color negro casi en permanencia.  La austeridad de la chaqueta de color negro se unió a su vez a la tradicional camisa blanca de hilo de Holanda, traída desde los Países Bajos e instaurada como un clásico ya en el siglo XVI.

Durante el reinado de Luis XIV (1638-1715) se establece el pantalón como vestido usual para el hombre, siendo cortos, ceñidos y con medias blancas para los caballeros; y largos para los trabajadores durante las horas de labor, más expuestos a la suciedad.

En el siglo XVIII en Francia, se adopta también el negro en la chaqueta y el blanco en la camisa.  A esto se le añaden los pantalones largos por primera vez.  En el transcurso de las Guerras Napoleónicas (1803-1815) muchos soldados utilizaban pantalones que cubrían la bota, algo que habían comenzado a hacer los soldados de la Europa del Este.  A la vuelta de la guerra, les supuso a todos una gran comodidad seguir con ese hábito y continuaron con el largo extendido hasta la altura del pie.

Por esas fechas, Arthur Wellesley (1769-1852), primer Duque de Wellington, al regreso de las batallas napoleónicas adoptó el pantalón largo incluso para situaciones de etiqueta.  Su influencia en la corte británica hizo que se popularizara alargar la pernera.

George Bryan Brummell (1778-1840) conocido como Beau Brummell («el bello Brummell»), personaje coetáneo del Duque de Wellington y con gran influencia en la corte inglesa, comenzó también a usar pantalones largos, en su caso con una tira bajo el pie para evitar pliegues.  El Rey Jorge IV (1762-1830) siguió esa costumbre, así como parte de la Corte y, de forma progresiva todo el pueblo británico.

Brummel desarrolló, con el apoyo del Rey, una curiosa carrera como «ministro de la moda y el gusto», creando dictados ingeniosos y nuevas normas de vestido e higiene personal.  Este verdadero dandy hizo las delicias del Rey Jorge IV y sus súbditos, y marcó para siempre el mundo de la moda occidental, aportando también la corbata o pañuelo anudado al cuello en el traje formal.

Desde entonces, la sastrería inglesa de caballero es un referente en el mundo occidental.  Los sastres de Savile Row en Londres heredaron el know-how de sus predecesores en cuanto a diseño militar, médico y de deportes, ya que el traje masculino actual tiene mucho de los antiguos uniformes y de los trajes de equitación.

En particular, la influencia del sector de los cirujanos en el traje occidental llega al punto de que las mangas de las mejores chaquetas a medida tienen una botonadura que se puede abrir, algo que los antiguos médicos reclamaban para poder remangarse en las visitas a sus pacientes.  Los puños a veces se asemejan también a los de los trajes militares y las aberturas laterales en la parte trasera vienen de las exigencias de comodidad durante la equitación, al igual que los bolsillos oblicuos, a los que se tiene más fácil acceso durante la monta.

En el caso de la corbata, proviene del antiguo pañuelo al cuello, que tuvo una gran aceptación durante la corte de Luis XIV, y que copiaba en cierto modo la manera de anudar un pañuelo que tenían los soldados croatas que lucharon en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).  Del nombre «croata» derivó «cravate» en francés, y en español «corbata».  Alrededor de 1860 se populariza su uso en Inglaterra con distintos colores y dibujos.

A finales del siglo XIX los empleados de oficina estadounidenses reclamaban ya ese traje «moderno» como atuendo habitual.

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No hablar, no oír, no ver: los tres monos sabios

–  Francesc Miralles

Casi todo el mundo ha visto alguna vez una reproducción de «los tres monos sabios», como se conoce a estos animales que se tapan los oídos, la boca y los ojos, respectivamente.  Sin embargo, poco saben el significado de esta escultura de madera de Hidari JIngoró (1594-1634).

Situada en los establos sagrados del templo de Toshogu (1636), en la ciudad japonesa de Nikko al norte de Tokio (ver imagen original supra), la traducción de sus propios nombres  -Kikazaru, Iwazaru y Mizaru-  es «no oír, no decir y no ver», pero ¿a qué se refiere exactamente?  El origen de estos populares animales podría estar en un proverbio que dice:  «No escuches lo malvado, no digas con maldad, no veas lo malvado», y que, al parecer, proviene de las escrituras de Confucio.

Sin embargo, existe un paralelismo entre el mensaje de los monos y los tres filtros de Sócrates.  De forma muy resumida, esta historia atribuida al sabio ateniense cuenta que un discípulo acudió a su casa para comunicarle que un amigo suyo le había estado criticando.  Antes de que el mensajero pudiera proseguir, Sócrates le preguntó si ya había pasado por los tres filtros, que se corresponden con estas tres preguntas:  Verdad: ¿Has examinado con detenimiento si aquello que quieres decir es verdadero en todos sus puntos?  Bondad: ¿Lo que quieres explicar es por lo menos bueno?  Necesidad: ¿Es imprescindible que cuentes esto?

En el caso de Sócrates, su discípulo respondió a los tres filtros con un «no», a lo que el sabio contestaría:  «Si lo que querías contarme no es verdadero, ni bueno, ni necesario, mejor enterrémoslo en el olvido».

La lección del mono que se tapa los oídos, Kikazaru, es que siempre que nos sea posible, conviene no escuchar los mensajes negativos que nos quieren transmitir los demás, o incluso los medios de comunicación.  Aunque no propaguemos directamente las habladurías, el hecho de escucharlas ya intoxica nuestra mente.  Sobre este mono, que se sitúa a la izquierda del que calla, en Japón no es raro que una persona pida permiso para explicar a otra malas noticias.  Y su interlocutor puede decidir no ser receptor del mensaje negativo para preservar su propio clima mental.

El mono que se cubre la boca, Iwazaru, está relacionado con los tres filtros de Sócrates, que son un método para no transmitir el mal.  Las personas que se andan siempre con chismes pueden resultar amenas al principio, pero quienes las escuchan se ponen inmediatamente en guardia, ya que temen -acertadamente- ser el objeto de las críticas en una próxima ocasión.  Por lo tanto, hablar mal de los demás nos desacredita.

El tercer mono, Mizaru, nos recomienda no mirar hacia el lado oscuro de la realidad, a menos que estemos saliendo de un pozo.  Cada día nos suceden muchas cosas positivas y negativas.  Si ponemos nuestros sentidos en estas últimas, todo nos resultará difícil y desesperante.  En cambio, si nos enfocamos hacia el lado soleado del mundo, incluyendo las virtudes de los demás, avanzaremos mucho más ligeros.

La enseñanza de estos tres animales sabios se puede resumir así:  tu mente crea tu mundo, así que vigila lo que entra y sale de ella.

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Vivian Maier: la niñera fotógrafa

–  Cristina Morató

La mujer de la imagen es Vivian Maier, una niñera que tenía una doble vida.  En su tiempo libre, además de cuidar niños, hizo cerca de 200,000 instantáneas.  Nunca se las enseñó a nadie, aunque su talento estaba a la altura de genios como Robert Capa (1913-1954) o Diane Arbus (1923-1971), porque la fotografía era su pasión secreta.

Vivian era tímida, obsesiva, solitaria y enigmática.  Cerraba su habitación con llave y no se relacionaba con la gente más que a través de su cámara.  Tras su muerte, pobre y anónima, su magnífico legado ha sido descubierto por casualidad.

En el 2007, un joven estudiante, John Maloof, compró en una subasta un lote de miles de negativos por apenas 400 dólares.  El archivo provenía del guardamuebles donde Maier había depositado todos sus bienes, entre ellos miles de negativos y carretes guardados en cajas de zapatos.  Tras revelar algunas de las fotos, las colgó en Internet.  Fue entonces cuando el prestigioso crítico Allan Sekula (1951-2013) encontró en ellas un gran talento.  En los años siguientes, Maloof se dedicó a revisar todo el material y a descubrir quién era en realidad Vivian Maier, su autora.

Nacida en Nueva York en 1926, Maier vivio en el Bronx, pasó penurias económicas y, para ganarse la vida, trabajó como niñera durante cuatro décadas para familias bien de Chicago y Nueva York.  Los niños que cuidaba también se convirtieron en sus modelos y la acompañaban en sus largos paseos por la ciudad descubriendo lugares, personas, historias y secretos.  Hizo miles de fotos, grabó sonidos urbanos y rodó varias películas con una cámara Super-8.  Y las tres cosas las hizo con una maestría y modernidad impropias de una aficionada.

También tomó infinidad de autorretratos.  De manera obsesiva, aprovechaba el reflejo de un espejo, de un charco, o el cristal de un escaparate, para jugar con originales composiciones.  Y allí está ella, una sombra alargada e inquietante, de aire andrógino y triste mirada.  Los que la conocieron la tachan de excéntrica y las familias de los niños que cuidaba ignoraban su afición.  Su modesto salario sólo le llegaba para comprar carretes, pero no para revelarlos.

Vivian fue esquiva y misteriosa hasta su muerte.  Falleció en abril del 2009, a los 83 años, en una residencia de ancianos de Chicago.  Hasta sus últimos días vivió de la caridad de aquellos niños que cuidó de joven.  Hoy, la Mary Poppins de la fotografía, como algunos la llaman, ha sido catapultada a una fama que nunca pudo imaginar.

Nota:  Puede verse más información en:  Vivian Maier

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El mito del horóscopo

–  J.M. Mulet

El horóscopo es un invento de los babilonios.  Cada signo hace referencia a la constelación por la que se ve el Sol en el día del nacimiento de una persona.  En el actual siglo XXI mucha gente sigue leyendo su horóscopo y consultando las cartas astrales, en las que escuchan todo tipo de ambigüedades sobre su devenir.

Los psicólogos definen esta actitud como el efecto Forer, es decir, creer que alguien desconocido te describe específicamente y pensar que esa información es útil.  Por cierto, ¿usted cree que todos los que fallecieron en el Titanic compartían signo del zodiaco?  ¿Las cartas astrales les aconsejaban que se fueran mejor de vacaciones al Caribe en vez de a Nueva York?

Ya hemos señalado antes que el origen del horóscopo viene de los babilonios, que, como no tenían televisión ni Internet, pasaban muchas horas mirando al cielo.  Fueron los primeros en asignar unas formas arbitrarias a las estrellas, que llamaron constelaciones.  En el cielo hay una línea imaginaria que llamamos eclíptica.  Su nombre viene de eclipse, ya que cuando se producen la Luna o la sombra de la Tierra transitan por esa línea.  También es por la que pasan los planetas visibles a simple vista.

Esta línea se debe a que todos orbitamos en el mismo plano, pero la Tierra, que tiene una inclinación 23,27 grados respecto a su órbita es la que permite que existan estaciones.  Si nuestro planeta tuviera el ecuador alienado con el plano por el que orbita alrededor del Sol, no existiría la primavera ni el verano.  Pero como está inclinado, si  superpusiéramos el Sol con el cielo nocturno, veríamos que se halla encima de la eclíptica.

Además, como el giro alrededor del Sol dura exactamente un año, las constelaciones de la eclíptica retroceden un grado cada día.  Por eso parece que el Sol aparentemente transita durante el año por todas las constelaciones, aunque realmente somos nosotros los que nos movemos.

Los babilonios tenían un sistema de numeración basado en el número 12, del que hemos heredado la forma de medir los grados en un círculo y el tiempo.  Así que hicieron un poco de trampa y asumieron que la doceava parte del año (aproximadamente un mes) el Sol transitaba sobre cada una de esas constelaciones zodiacales.

Pero el truco no acabó ahí.  Para ver las formas de las constelaciones hay que echarle imaginación, muchas veces interesada.  Así, cuando llegaban las lluvias tocaba el signo de Acuario, los nacidos cuando migraban los uros (1) serían Tauro, la época en la que se esquilaba a los carneros sería para los Aries, o cuando había que recoger la mies, Virgo (por eso se la representa con espigas).  De esta forma se le daba un valor predictivo, aunque utilizaban el viejo truco de saber primero el resultado y hacer luego el pronóstico, lo que era muy útil para reafirmar el poder de la casta sacerdotal.

Por tanto, el signo del zodiaco hace referencia a la constelación por donde se ve el Sol en el día del nacimiento de cada persona.  Los griegos recogieron esta trampa y le pusieron el nombre de zodiaco, que significa «rueda de animales».

Lo que parece es que a los astrólogos no les preocupa demasiado mirar el cielo, puesto que ni siquiera en el origen la posición del Sol coincidía con las constelaciones.  Además, el sistema solar se mueve alrededor del centro de la galaxia y la Tierra oscila sobre su eje como una peonza, lo que provoca la presencia de los equinoccios.  Por si fuera poco, las estrellas de las constelaciones también se mueven, por lo que la perspectiva del cielo nocturno va cambiando muy lentamente y, milenio a milenio, las variaciones se notan.

Hay que tener en cuenta que los signos no duran todos lo mismo y no son 12 sino 14.  Ahora tenemos el signo de Ofiuco, el portavoz de la serpiente, constelación que representa al dios de la medicina Asclepio o Esculapio.  Y el de Cetus, un monstruo marino del que proviene el término cetáceo y que se cuela durante un día en la eclíptica.

Por tanto, el zodiaco, en tanto que son las constelaciones de la eclíptica, se puede considerar ciencia, pero el horóscopo, la capacidad de predecir el futuro, es pura ficción.

(1)  Mamífero rumiente bóvido muy similar al toro, pero de mayor tamaño; fue el precedente del actual ganado vacuno europeo y habitó en Europa, Asia y el norte de África hasta su extinción en el siglo XVII.

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Onomatopeyas, el sonido de las palabras

  Álex Grijelmo 

Las onomatopeyas son palabras creadas de oído.  Quizás los idiomas nacieron de ellas, gracias a los sonidos que evocaban el viento, los truenos o los animales.

Usamos dos tipos de onomatopeyas (del griego onomatopoiía):  las que se forman con un significado concreto a partir de una percepción sonora relacionada con él (por ejemplo, «murmullo», «tintineo», «tiritar»…) y las que intentan reproducirlo:  («el puente hizo catacrac», «ya oigo el tictac», «ay, que vaca tan salada, tolón tolón»).

El español dispone de onomatopeyas hermosísimas.  En el mundo de los sonidos suaves decimos «susurro», «cuchichear», «bisbiseo»…; y en el de los ruidos, «estruendo», «rugir», «traqueteo», «carraca», «roncar», «rasgar», «bomba»… Las letras de nuestro alfabeto se acercan a esos sonidos de forma lo suficientemente aproximada como para que entendamos de qué vibración sonora se trata, aunque no puedan reproducirlos con exactitud.  Sin embargo, algunos de esos sonidos se han entendido de distinta manera en cada idioma.

Por ejemplo, el gallo canta en inglés cock-a-doodle-doo, y en francés cocorico, mientras que para nosotros hace quiquiriquí.  El perro inglés dice wow wow y el español guau guau, mientras que el perro catalán, si es bilingüe, puede decir también bup bup.

Pero otros sonidos los oímos igual, aunque cada idioma los adapte a sus grafías.  Por ejemplo, clic (que en inglés se escribe click) o crac (crack en aquella lengua).  Y así sucede también con el ruido de una explosión o de un golpe fuerte.  Los anglosajones escriben la onomatopeya boom a fin de pronunciar «bum» cumpliendo con su sistema de correspondencias entre grafemas y fonemas.  Y nosotros… Ay, nosotros también escribimos «boom».

Leemos muy a menudo «el boom de la literatura hispanoamericana», «la botella hizo boom», «el boom inmobiliario», «ese disco ha sido un boom«… y otros muchos estallidos de algo que se expande como si procediera de una explosión.

Las Academias de la Lengua Española incluyeron en su Diccionario panhispánico de dudas (1) la entrada «bum» con dos sentidos:  la mera interjección que imita el ruido de un golpe o de una explosión («de repente, ¡bum!, la lámpara se cayó al suelo») y la expresión de algo («hoy vivimos el bum de las redes sociales»).

Benito Pérez Galdós (1843-1920) ya escribió es grafía española a finales del siglo XIX («creía que ese bum bum eran mis ronquidos… ¡y es el mar que ronca!) (2), pero el banco de datos de la Real Academia Española permite observar cómo esta opción ha ido siendo derrotada paulatinamente por su equivalente inglesa.

Por tanto, ahora vivimos el bum de boom, pero al menos tendremos el consuelo de que los gallos sigan diciendo «quiquiriquí» y los perros «guau guau», sin que a ellos pueda aquejarles ningún complejo de inferioridad.  Eso sí, el día en que un gallo español cante cock-a-doodle-doo, que no se extrañe nadie.

(1)  Diccionario panhispánico de dudas, RAE, 2005. 

(1)  Benito Pérez Galdós, El abuelo (1897).

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De La Salle – 2018 Año del Siervo de Dios Hermano Victorino

–  Alberto Sala Mestres

El calendario de 2018 del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas tiene señalada una cita especial.  La Comisión de Teólogos nombrada por la Congregación para las Causas de los Santos examinará detenidamente en Roma, el próximo 15 de noviembre, la Positio (documento oficial que recoge la trayectoria personal de un candidato a la Beatificación) de un Hermano De La Salle.  Se trata de Augustin Arnaud (1885-1966) conocido como Hermano Victorino De La Salle, que ejerció su apostolado en Cuba y Puerto Rico.  No es frecuente que se produzca un acontecimiento de esa índole, y toda la familia lasallista en unión de oraciones estará presente durante las reuniones que tendrán lugar en Roma.

Nuestro Hermano De La Salle había nacido en Francia y llegó a Cuba en 1905, formando parte de una comunidad de Hermanos que se establecería en la nueva República de Cuba fundada tres años antes.  La labor realizada en esos primeros años fue muy eficaz para restablecer el acercamiento de los fieles y sus familias a la Iglesia, mediante la fundación de colegios católicos que ofrecían una educación más moderna, lejos de los cánones de la Metrópoli, mientras impartían valores cristianos en el curso de una nueva evangelización.

El acertado criterio del Hermano Victorino le hizo ver que hacía falta algo más que las asociaciones o grupos, que se formaron entonces en torno a los colegios católicos, para mantener la vigencia de la fe y la práctica de la religión. Era necesario -pensaba- organizar un movimiento diferente, innovador, comprometido y valiente.   Así surgió, en 1928, la Federación de la Juventud Católica Cubana, una asociación nacional organizada a través de grupos y coordinada a nivel diocesano, que mantenía y desarrollaba su apostolado como el objetivo de todos los católicos comprometidos con la labor de Iglesia.  Los denominados federados recibían una formación que se actualizaba de forma permanente a través de cursos, seminarios y encuentros periódicos, con el apoyo explícito del Episcopado cubano.

El diseño de ese movimiento laico de hombres y mujeres fue abarcando progresivamente en las diferentes ciudades y poblaciones de Cuba a los estudiantes, universitarios, obreros, fieles de las Parroquias y matrimonios, siguiendo las pautas del Hermano Victorino, quien se adelantó varias décadas en promover el protagonismo que tienen ahora los laicos en la vida de la Iglesia con el impulso del Concilio Vaticano II.  Estadísticas publicadas en la IV Semana Internacional de la Acción Católica, celebrada en Montevideo (Uruguay) en 1956, indican que en esa fecha la organización fundada por el Hermano Victorino contaba con 1,080 grupos, formados por un total de 32,000 miembros.

El Hermano Victorino De La Salle había recibido una especial gracia de Dios: el peculiar carisma que le acompañó siempre. Su liderazgo participativo, esa manera de expresarse de forma reflexiva y convincente desde el testimonio de su propia vida, sigue siendo un modelo para todos.  Su ejemplo sembró numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas entre los jóvenes cubanos.

Tras su fallecimiento, muchas personas que le habían conocido y participado en su labor de apostolado recopilaron datos y testimonios sobre su vida ejemplar.  Así, un número importante de católicos consideraba que existían evidencias suficientes para iniciar el reconocimiento de su santidad.  El Cardenal de Puerto Rico Mons. Luis Aponte Martínez, respaldó esas peticiones y el 30 de marzo de 1999 dictó el Decreto de Introducción de la Causa de Beatificación del ya considerado Siervo de Dios Hermano Victorino De La Salle.

El Superior General del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas designó a Rodolfo Meoli fsc, para el seguimiento de ese tema desde la Casa Generalicia en Roma.  A su vez, las autoridades de la Santa Sede nombraron a Fr. Vincenzo Criscuolo Ofm.Cap., Relator de la Causa de Beatificación, quien concluyó el 17 de noviembre de 2015 la redacción de la Positio (590 páginas) documento oficial que incluye además de los testimonios de los testigos que conocieron al Hermano Victorino, los principales aspectos de su vida y virtudes junto a sus escritos.  Ese texto será examinado por la citada Comisión de Teólogos, designada por la Congregación para las Causas de los Santos, en la reunión convocada en Roma el 15 de noviembre de 2018.

Pedimos a toda la familia lasallista que, en unión de oraciones, acompañe este proceso, invitándoles a conocer la vida y obra del Siervo de Dios Hermano Victorino De La Salle.

Puede verse más información en:   http://www.victorinodelasalle.org

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El arte de gastar el dinero

–  Gerver Torres

¿Le cuesta tomar decisiones con respecto a su dinero?  Según Richard Thaler (n. 1945), último premio Nobel de Economía y Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago, la respuesta es afirmativa y la explica en su teoría de la economía del comportamiento.

Para Thaler, los seres humanos no siempre actuamos racionalmente cuando tomamos decisiones que tienen que ver con nuestro bolsillo, sino que ciertas actitudes, la falta de autocontrol y las preferencias sociales pueden afectarnos a la hora de pensar en nuestro dinero más de lo que creemos.

Así, por ejemplo, si alguien nos ofrece 100 dólares hoy y 150 dólares si esperamos un mes, muchos optaremos por tomar los 100 dólares en el momento, a pesar de que el beneficio de esperar, en este caso 30 días, suponga un aumento del 50 por ciento.

El enfoque de Thaler difiere bastante de la teoría de la economía tradicional, que siempre ha sostenido que las personas actúan racionalmente por su propio interés.  Otro de sus méritos es el desarrollo de la teoría de la contabilidad mental, que explica cómo las personas simplifican las decisiones financieras.  Los individuos crean cuentas separadas en sus mentes y toman las decisiones según como afectan a esas cuentas separadas y no al conjunto de sus finanzas.  Un caso claro es cómo el consumidor compra centrándose en los porcentajes que se rebajan y no en las cantidades rebajadas.

Nuestro economista, de 72 años, también sostiene que somos presos de innumerables sesgos cognitivos.  Uno de ellos es el unitario, la tendencia a querer hacer o terminar cosas por unidades redondas:  ya sea escribir o terminar de leer un capítulo de un libro, caminar un kilómetro y no 700 metros, o comer toda la comida que nos sirvan en el plato.  Aunque, como se ve en este último ejemplo, no siempre ese parámetro que aplicamos nos conviene.  Puede que comamos innecesariamente de más.

Dada esa dificultad que tenemos para tomar las mejores decisiones en función de nuestro propio beneficio, tiene sentido que cualquier autoridad, ya sea gubernamental, empresarial o de nuestra propia familia, nos dé un empujoncito para ir por el buen camino.

Así, las cafeterías de muchas escuelas colocan ahora las frutas y no las golosinas en los lugares más visibles y de mayor accesibilidad para los estudiantes.  Todos los demás productos están disponibles, pero la primera opción que se les da es la de los alimentos más sanos.  De la misma manera, muchas compañías ofrecen a sus empleados la alternativa de ahorrar una parte del salario de su nómina.

Con lo que se está jugando aquí es con lo que se ha llamado la «arquitectura de la escogencia», un término que se refiere a cómo se organizan las elecciones que se le presentan a la gente para que decidan cuál escoger.  La idea ha sido expuesta también como «paternalismo libertario», un intento de influir sobre las decisiones individuales, pero sin negarle otras preferencias.

Ese planteamiento ha tomado tal fuerza que algunos Gobiernos han creado departamentos que apelan a la economía de la conducta para una mejor gestión de las arcas del Estado.  Desde 2010 el Reino Unido cuenta con el Behavioral Insights Team, una institución que intenta dar ese pequeño empujón a los ingleses para mejorar la sociedad.  Una de sus iniciativas ha sido mandar, a los conductores que no pagan un impuesto especial del vehículo, una fotografía de su propio automóvil con la carta en la que reclaman el importe.  Esa simple innovación produjo aumentos importantes en la recolección impositiva.

Por cierto, haciendo honor a su teoría, Richard Thaler ya ha dicho que piensa gastarse «tan irracionalmente como sea posible» el dinero del galardón de su Premio Nobel.

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Empezar el año sonriendo

–  Carme Chaparro

Más o menos a mitad del embarazo soñé con ella la primera vez.  Era pequeñita, dulce, suave.  Y sonreía.  Sonreía todo el rato.  Tuve el mejor de los despertares en años, de un buen humor con el que me habría comido el mundo.  Días después, en una de esas ecografías maravillosas que nos regala la técnica, la ví y estaba como en mi sueño, sonriendo.  Encogida en mi útero, nadaba feliz en líquido amniótico.  Y sonreía.  Mi pequeña ensayaba lo que iba a ser una de las armas más poderosas en su vida.

Hoy la tengo, la veo, la toco, la huelo, la oigo, pero sobre todo la siento en mi corazón:  la sonrisa que desarma mi mundo, la que hace que todo lo demás me dé igual.  Por eso llevo un par de días escudriñando a mi alrededor.  Mirando caras.  Buscando otras sonrisas.  Pero no encuentro apenas.  Si a un bebé sonreír le da superpoderes, ¿por qué los adultos parecemos reacios a utilizar una de las expresiones humanas más básicas y efectivas?  Ron Gutman (1) estudia las sonrisas como manera de vivir más, mejor y con buena salud.

Por ejemplo, sonreír alarga la vida.  Estudiando imágenes de jugadores de béisbol estadounidenses de los años 50, investigadores de la Universidad de Wayne State descubrieron que los que no sonreían vivieron una media de 73 años.  Sin embargo, los que salieron en las imágenes con sonrisas de oreja a oreja tuvieron una vida de casi 80.

Sonreír mejora la calidad de vida.  En la Universidad de Berkeley compararon las fotos de un viejo anuario de una escuela femenina con la vida, treinta años después, de sus protagonistas.  Las mujeres más sonrientes en la foto del Instituto sacaron puntuaciones más altas en los tests de felicidad.  Sonreír cambia nuestro humor y el de los que nos rodean.  Es muy difícil estar (o seguir) de mal humor cuando tienes a tu lado a alguien que sonríe.  Porque sonreír es como bostezar:  muy, muy contagioso.  Sonreímos porque estamos bien, pero también funciona a la inversa:  la sonrisa ayuda al cuerpo a cambiar su estado de ánimo.  A mejor, claro.  Sonreír adelgaza.  Investigadores británicos han descubierto que una sonrisa, una buena sonrisa, estimula nuestro cerebro igual que ¡2,000 barritas de chocolate!  O que sonreír puede ser tan estimulante como recibir 16,000 libras en efectivo (21,000 dólares).  Ya sabe, si este año otra vez, no le toca la Lotería… ¡sonría!

Sonreír nos hace más competentes.  Un estudio de la Universidad Penn State concluye que las personas con sonrisas sinceras son percibidas como más capacitadas para su trabajo.  Sonreír también nos da valor.  Pruebe a cruzar una multitud con una sonrisa en los labios.  Y además baja nuestra presión sanguínea.  Y provoca un lifting natural en la cara que nos hace parecer más jóvenes.  Y mejora nuestro sistema inmune, que trabaja mejor cuando estamos relajados y felices.  Y aumenta las endorfinas, la serotonina y las hormonas «aniquiladoras» del dolor.  Así que sonreír es, quizá, la mejor de las drogas naturales.

Para fruncir la frente usamos 32 músculos.  Para sonreír, sólo 28.  Prueben porque, una vez que dejamos de ser niños, pasamos de 400 sonrisas diarias a apenas 20.  Quizá algo arreglaríamos, ¿no?

(1) Ron Gutman es el fundador y Director General de Health Tap, una iniciativa interactiva en el campo de la salud ubicada en Palo Alto, California.

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Belén, el buey y la mula

–  Juan Manuel de Prada

En la detallada descripción evangélica del nacimiento de Jesús, llena de rasgos asombrosos de observación que nos permiten figurarnos minuciosamente lo que ocurrió en Belén, no aparecen ni por asomo los controvertidos buey y mula (1).  ¿Cómo se explica, entonces, que la tradición haya querido incorporarlos a tan conmovedora escena?  Porque cuando una tradición es inveterada e insistente algún significado verdadero y hondo tiene que esconder.

Siempre se ha pensado que el buey y la mula estarían en la cueva o pesebre donde nace el Hijo de Dios para darle calor.  Pero, de la lectura del Evangelio, ni siquiera se desprende que aquella noche hiciese frío en Belén; mas bien al contrario, se nos especifica que «había en la región unos pastores que pernoctaban al raso», de donde hemos de colegir que la noche sería tibia y serena, pues de lo contrario los pastores se habrían recogido en una majada (2).  Y si los pastores dormían al raso tan panchos hemos de suponer que a Jesús le bastaría, para combatir el fresco de la madrugada, con los pañales en que lo había envuelto su Madre, a quien imaginamos -como todas las madres que en el mundo han sido- temerosa de que su Hijo recién nacido pille un resfriado y propensa a abrigarlo incluso en demasía.

Además, por el lugar revoloteaban los ángeles, que se habrían preocupado de envolver al niño con sus alas si hubiese hecho frío (pues las alas de los ángeles deben de abrigar más que las mantas eléctricas).

El buey y la mula parecen, pues, convidados superfluos, incluso intempestivos, en tan gozosa escena.  Y, sin embargo, la bendita tradición iconográfica, erre que erre, los mete invariablemente en el ajo.  ¿Por qué?

Algunos Santos Padres interpretan que el buey y la mula representan la unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento;  otros, proponen que simbolizan la unión de judíos y gentiles.  Y, desde tiempos muy antiguos, circuló una leyenda según la cual San Jósé habría llevado el buey a Belén para pagar el tributo al César, mientras que la mula habría servido de cabalgadura a la Virgen, pues entre Nazaret y Belén hay cuatro días de camino a pie, trecho excesivo para una mujer en trance de dar a luz.  Pero, como algún comentarista bíblico ha observado, no parece verosímil que a un hombre que llega conduciendo un buey y a una mujer que viene subida en una mula se les niegue sitio en la posada;  pues tan pobres no habrían de ser.

Hay un versículo en Isaías 1,3 que viene como de molde para explicar la presencia de estos dos humildes animales en el pesebre:  «Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento».  Buey y mula representarían, pues, ese conocimiento misterioso de las cosas que sólo los animales poseen, esa suerte de sexto sentido que les hace recogerse ante la inminencia de una tormenta, mientras a los hombre los pilla el chaparrón desprevenidos.

Y eso simbolizan las dos figuras que seguimos colocando en nuestros belenes (3)  – ¡ y que no falten nunca ! -:  lo que había ocurrido en aquel pesebre había pasado inadvertido al común de los hombres, pero los animales lo presagiaban en el aire:  sabían que el universo acababa de ser restaurado, sabían que la Creación entera había sido renovada.  Habían reconocido en ese Niño al Señor de la Historia.

Imagen supra: Doménikos Theotokópoulos, El Greco (1541-1614), Adoración de los pastores (1614), Museo del Prado, Madrid.

(1)  En su libro La infancia de Jesús (Ed. Planeta, Barcelona, 2012, 144 págs. Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) señala:  «Como se ha dicho, el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen.  En el Evangelio no se habla en este caso de animales.  Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3».

(2)  Majada:  Lugar donde se recoge de noche el ganado y se albergan los pastores.

(3)  En España la representación del nacimiento de Jesús a través de figuras se denomina Belén, y Nacimiento Pesebre en la mayoría de los países de América Latina.  En México tiene el nombre de Posadas, en Ecuador Changalos y en Costa Rica Pasitos.

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Pan y aceite

–  Manuel Vicent

Como reacción a las pedantes elucubraciones gastronómicas en que ha caído la nueva cocina, hay una tendencia a volver a los alimentos sustanciales, también llamados platos de cuchara o de fundamento.  Se trata de los pilares de la sabiduría culinaria que han mantenido en pie el antiguo e insobornable placer de la mesa, el pan, las sopas, el cocido, los asados, los arroces y las calderetas de pescado, entre otras maravillas, tal como los cocinaban las abuelas.

Pan es un adjetivo cuantitativo que en griego significa «todo».  También recibe ese nombre el dios Pan, el dueño de la naturaleza, de modo que comer pan equivale a ingerir a ese dios griego.  A su vez los cristianos convirtieron el pan en el cuerpo de Cristo (Eucaristía) y por eso está  mal visto en la mesa partir el pan con cuchillo y no con la mano.

Compañero significa «el que comparte el pan» (1), en la mesa o en el camino y también como un acto de solidaridad en la desgracia.  En los tiempos de Augusto (63 a.C – 14 d.C) había en Roma más de 300 panaderías gobernadas por maestros griegos, que tal vez amasaban la harina como una forma de hacer filosofía.  Hoy el pan se ha vuelto a poner de moda, después de estar largo tiempo vilipendiado.  En muchas esquinas de la ciudad han surgido panaderías entreveradas de cafeterías con un diseño de Ikea donde se expende pan con toda clase de cereales y semillas.

La rebanada de pan con aceite es el alimento más prImitivo y terrestre de nuestra cultura.  Esa torta de pan está pintada en las paredes de las mastabas de Menfis y de otras tumbas en el Valle de los Reyes (Egipto) y también apareció petrificada dentro de una copa de oro del tesoro de Tutankamón (1345 a.C. – 1327 a.C).  ¿Qué más se necesita para comerla con absoluta devoción y fiabilidad?

El pan con aceite ha pasado de la mesa de los faraones a los restaurantes italianos de moda por todo el mundo.  La primera vez que presencié este nuevo rito, hace ya muchos años, fue en el restaurante Gioco, un establecimiento de lujo, en South Loop, cerca del distrito financiero de Chicago.

Antes de que se acercara el maître, llegó un elegante camarero y puso un plato hondo de cerámica en el centro de la mesa, y en él escanció de una botella, que parecía un frasco de colonia, con mucha ceremonia, aceite virgen de oliva (1) siciliano hasta inundar el recipiente.  Luego dejó al lado un cestillo con diversos panecillos, cada uno de una clase, integrales de trigo y de centeno, amasados con sésamo, orégano, pepitas de calabaza y otras especias.

Los comensales eran gente fina, profesores de literatura, pero todos interrumpieron la conversación sobre los escritores de la generación perdida y comenzaron a mojar.  El tema literario fue sustituido por la ponderación de la calidad, perfume, graduación y origen del aceite, y la conversación  se extendió en su análisis visual, táctil y gustativo, sobre su equilibrio y aroma, con palabras apasionadas de los más entendidos, hasta que, de pronto, llegó el maître con la carta y nos adentramos en el mundo de la pasta.

(1) El término compañero etimológicamente procede del latín «cumpanis» (cum: con – panis: pan), cuya traducción literal es «con pan» dándole el significado de «compartiendo el pan» o «los que comparten el pan», «comer del mismo pan», llegando hasta nosotros como «compañero».

(2)  El aceite de oliva virgen extra es el que se obtiene del fruto del olivo por procedimientos mecánicos o por otros procedimientos físicos en condiciones, especialmente térmicas, que no produzcan la alteración del aceite, que no hayan tenido más tratamiento que el lavado, la decantación, la centrifugación y el filtrado, y cuya acidez libre expresada en ácido oleico es como máximo de 0,8 gramos por 100 gramos.  España, Italia y Grecia superan el 70% de la producción mundial del aceite de oliva.

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¿Nos preguntamos sobre el valor de la humildad?

–  Borja Vilaseca

La gran mayorìa estamos convencidos de que nuestra forma de ver la vida es «la forma de ver la vida».  Y que quienes ven las cosas diferentes que nosotros están equivocados.  De hecho, tenemos tendencia a rodearnos de personas que piensan exactamente como nosotros, considerando que estas son las únicas «cuerdas y sensatas».  Pero ¿sabemos de dónde viene nuestra visión de la vida?  ¿Realmente podemos decir que es nuestra? ¿Acaso la hemos elegido libre y voluntariamente?

Desde el día en que nacimos, nuestra mente ha sido condicionada para pensar y comportarnos de acuerdo con las opiniones, valores y aspiraciones de nuestro entorno social y familiar.  ¿Acaso hemos escogido el idioma con el que hablamos?  ¿Y qué decir de nuestro equipo de baseball o fútbol?  En función del país y del barrio en el que hayamos sido educados, ahora mismo nos identificamos con una cultura, una religión, una política, una profesión y una moda determinadas, igual que el resto de nuestros vecinos.

¿Cómo veríamos la vida si hubiéramos nacido en una aldea o un pueblo de Madagascar?  Diferente, ¿no?  Y entonces, ¿por qué nos aferramos a una identidad prestada, de segunda mano, tan aleatoria como el lugar en el que nacimos?  ¿Por qué no cuestionamos nuestra forma de pensar?  ¿Y qué consecuencias tiene este hecho sobre nuestra existencia?

Para responder a esta última pregunta tan solo hace falta echar un vistazo a la sociedad.  ¿Vemos a muchos seres humanos realmente felices en el mundo en el que viven?  La ignorancia es el germen de la infelicidad; y ésta, la raíz de nuestros conflictos y preocupaciones.

No existe ni un solo ser humano en el mundo que quiera sufrir de forma voluntaria.  Las personas queremos ser felices, pero en general no tenemos ni idea de cómo lograrlo.  Y dado que la mentira más común es la que nos contamos a nosotros mismos, en vez de cuestionar nuestro sistema de creencias e iniciar un proceso de cambio personal, la mayoría nos quedamos anclados en el victimismo, la indignación, la impotencia o la resignacíón.

La honestidad puede resultar muy dolorosa al principio.  Pero a medio plazo es muy liberadora.  Nos permite afrontar la verdad acerca de quiénes somos y de cómo nos relacionamos con nuestro mundo interior.  Así es como iniciamos el camino que nos conduce hacia nuestro bienestar emocional.  Cultivar esta virtud provoca una serie de efectos terapéuticos.  En primer lugar, disminuye el miedo a conocernos y afrontar nuestro lado oscuro.  También nos impide seguir llevando una máscara con la que agradar a los demás y ser aceptados por nuestro entorno social y laboral.

Eso sí, el gran generador de conflictos con otras personas se llama orgullo. Principalmente porque nos incapacita para reconocer y enmendar nuestros propios errores.  Y pone de manifiesto una carencia de humildad, que es una cualidad que nos permite adoptar una actitud abierta, flexible y receptiva para poder aprender aquello que todavía no sabemos.

La humildad está relacionada con la aceptación de nuestros defectos, debilidades y limitaciones.  Nos predispone a cuestionar aquello que hasta ahora habíamos dado por cierto.  En el caso de que además seamos vanidosos o prepotentes, nos inspira simplemente a mantener la boca cerrada.  Y solo hablar de nuestros éxitos en caso de que nos pregunten.  Llegado el momento, nos invita a ser breves y no regodearnos.  Es cierto que nuestras cualidades forman parte de nosotros, pero no son nuestras.

La paradoja de la humildad, que etimológicamente viene de humus que significa tierra fértil, es que cuando se manifiesta desaparece.  La expresión «en mi humilde opinión» no es más que nuestro orgullo disfrazado.  La verdadera práctica de esta virtud no se predica, se realiza.   En caso de existir son los demás quienes la ven, nunca uno mismo.

Ser sencillo es el resultado de conocer nuestra verdadera esencia, más allá de nuestro ego.  Esta es la razón por la que las personas humildes, en tanto que sabios, pasan desapercibidas.

En la medida que cultivamos la modestia es cada vez más fácil aprender de las equivocaciones que cometemos, comprendiendo que los errores son necesarios para seguir creciendo y evolucionando.  De pronto ya no sentimos la necesidad de discutir, imponer nuestra opinión o tener la razón.  Gracias a esta cualidad, cada vez gozamos de mayor predisposición para escuchar nuevos puntos de vista, incluso cuando se oponen a nuestras creencias.

En paralelo, sentimos más curiosidad por explorar formas alternativas de entender la vida, que ni siquiera sabíamos que existían.  Y cuanto más indagamos, mayor es el reconocimiento de nuestra ignorancia, vislumbrando claramente el camino hacia la sabiduría.

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